(Continuación) Me refiero a las barricadas, protestas y cargas policiales que tuvieron lugar durante ese mes en las calles de París y, claro, los archiconocidos lemas: “sé realista, pide lo imposible” o “bajo los adoquines, la playa”. Una revolución francesa que vino acompañada de otras turbulencias políticas y sociales en medio mundo: Estados Unidos, Vietnam o Praga.
Sin duda unos sucedidos
cruciales que cambiaron la historia del hombre, y a los que no desmerecen en absoluto
los producidos en el ámbito de la ciencia y la
tecnología, de los que mencionaré solo uno, probablemente
el de mayor importancia para la física y
la astrofísica.
El descubrimiento del primer púlsar, publicado en febrero en la revista Nature
por Jocelyn
Bell, autora material del
trabajo, Antony Hewish y sus colaboradores y al que siguió otro en
mayo, de Thomas Gold donde se proponía su naturaleza de estrella de neutrones
giratoria.
Una historia de discriminación de género, ligada a la concesión del Premio Nobel en Física de 1974, y reivindicativa del papel de la mujer en la ciencia. Del descubrimiento, su autora y el no Nobel hay algo publicado en el blog.
Fin del primer periodo
Pero volvamos con lo que
nos trae, el proyecto de construcción de bombas nucleares -de fisión o bomba A y de
fusión o bomba H, que
España pudo tener y no tuvo- como parte ni confesada ni confesable del Proyecto “Islero”.
Un proyecto que había nacido
en plena dictadura franquista (febrero, 1963) como resultado de una combinación
de intereses científicos, tecnológicos y energéticos, y militares, de política
de Defensa, y que oficialmente acababa en la primavera de 1966.
Aunque de manera oficiosa Velarde recibió la orden de acelerar el proyecto, a fin de disponer en un plazo prudencial de tiempo de treinta y seis (36) bombas de plutonio, de las que ocho (8) se emplearían como iniciadoras de otras tantas bombas termonucleares.
Eso sí, todo en el mayor
de los secretos, para lo que se confiaba plenamente en su experiencia estadounidense
pues había sido uno de los jóvenes científicos enviados en los años cincuenta a
Estados Unidos para ampliar su formación nuclear.
Y allí vivió la crisis
de los misiles de 1962, entre la Cuba de Fidel Castro y los Estados Unidos de Kennedy, de
modo que algo sabía de secretismo militar lo que no fue óbice para que, casi inmediatamente,
recibiera de contraorden de suspender toda actividad nuclear armamentística. Sin
embargo… (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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