miércoles, 19 de octubre de 2022

Zeuxis y Parrasio [CR-199]

[Esta entrada apareció publicada el 30 de septiembre de 2022, en la contraportada del semanario Viva Rota, donde también la pueden leer]

Los trampantojos, esas imágenes que no pueden diferenciarse de la realidad, han supuesto desde siempre un desafío para los artistas y le decía la semana pasada que los primeros ejemplos los conocemos a través de algunos textos griegos. En particular los de Vitruvio y, sobre todo, Plinio el Viejo (23-79) y su Naturalis Historia, donde narra la historia sobre una competición que tuvo lugar entre Zeuxis de Heraclea (435-390) y Parrasio de Éfeso (440-380), los dos mejores pintores griegos del siglo V a. C., a fin de determinar quién era el más sobresaliente. Un peculiar relato pues fue escrito cuatrocientos años después del sucedido, cuando la escultura como arte estaba mucho más considerada socialmente que la misma pintura.

Por su lectura sabemos que el primero, al quitar la tela que cubría su cuadro, dejó al descubierto unos racimos de uvas tan reales y tentadores que, en nada de tiempo, y engañados por la perfección de la pintura, los pájaros revoloteaban a su alrededor para picotearlas. Una maravilla trampantójica

Convencido de su victoria tras dicho efecto, y animado por la taimada tardanza de Parrasio en desvelar la cortina que, supuestamente, ocultaba su pintura en una pared, Zeuxis se precipitó sobre ella para retirarla. Nunca lo hiciera, pues la tal cortina no existía, era en sí la propia pintura, una ilusión óptica que hacía ver lo que no era. Un trampantojo maravilloso. 

Dicen que Zeuxis, entre irritado y humillado, masculló, “Yo he engañado a los pájaros, pero Parrasio me ha engañado a mí”, o algo así porque parece ser que su fatuidad no era pequeña.

Se cuenta de él que con posterioridad pintó otro cuadro, Niño con uvas, y como quiera que los pájaros fueran volando hasta ellas, espetó: “He pintado mejor las uvas que el muchacho pues si lo hubiera hecho a la perfección, los pájaros habrían tenido miedo de él”. En fin, el bíblico “vanitas vanitatis”. 

A propósito del recurso cortinero, unos años después Agatarco -a quien el romano Vitruvio (75-15) atribuye las leyes de la perspectiva arquitectónica- pintó una para el decorado de una tragedia de Esquilo, tan realista, que llegó a suscitar todo un debate intelectual. O sea.

En otro orden de asuntos, y del griego Esquilo (526-456), seguro que le suenan las suspectas y chuscas circunstancias de su muerte, ya sabe: a) ocurrió mientras meditaba en el campo, cuando impactó en su cabeza una tortuga que habría arrojado un águila, quizás un buitre quebrantahuesos, a fin de romper su caparazón para alimentarse con la carne; b) al parecer el ave habría confundido su calva cabeza con una roca y; c) resulta que un oráculo le había predicho que un dardo venido del cielo lo mataría. Como lo lee.

[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.

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