[Esta entrada apareció publicada el 23 de septiembre de 2022, en la contraportada del semanario Viva Rota, donde también la pueden leer]
Con dicho término se hace referencia a toda aquella ilusión óptica o trampa mediante la cual se engaña a una persona, haciéndole creer que ve algo distinto a lo que es en realidad. Y aunque no está nada clara su etimología, algunos exégetas lo asocian con la expresión francesa ‘trompe-l’oeil’ o “engaña el ojo”, lo que bien pudiera ser.
Se trata de un tecnicismo del arte en general, una
ficción con la que se miente a alguien haciéndole ver lo que no es, y se
consigue manejando el entorno arquitectónico (real o simulado), la perspectiva,
el sombreado o cualquier otro efecto óptico que procure la sustitución de la
realidad por una impostura.
En general digo, porque existe el trampantojo arquitectónico, por citar uno valga la ‘Galería Spada’ en el ‘Palazzo Spada’ de Roma y cuyo autor es el arquitecto suizo-italiano Francesco Borromini (1599-1667), humanista muy interesado en la perspectiva matemática y, sin duda, uno de los máximos exponentes del barroco romano.
Pero donde en realidad esta especie de juego visual
brilla es en el mundo de la pintura. Pintura sobre lienzo, como
los ojos reveladores del niño del cuadro ‘Huyendo de la crítica’ (1874)
del ochocentista Pere Borrell del Caso. O litografías como ‘Waterfall’
(1961), del genial M.C. Escher (1898-1972), uno de sus trampantojos
más sencillo, conseguido y significativo.
O pinturas murales en las que un especial diseño de la perspectiva acentúa la realidad pues, según desde el ángulo que la contemplemos, podemos creer que el fondo se proyecta más allá del muro o del techo, o que son las figuras las que sobresalen de él. O pinturas sobre el suelo, que ya.
Estamos ante una técnica pictórica cuyos primeros ensayos
pertenecen a la Grecia antigua y de los que tenemos conocimiento a través de textos
literarios griegos que han llegado hasta nosotros. Ya en el mundo romano,
el desarrollo de los trampantojos se continuó con las pinturas pompeyanas de
casas y villas, si bien no fue utilizado de forma habitual hasta la llegada del
Renacimiento italiano, donde los primeros artistas lo denominaban ‘quadrature’.
Gracias a la nueva valoración renacentista de la cultura clásica, con su estudio de la perspectiva y la proporción, se produjo un resurgimiento de esta ficción pictórica, que tuvo su máximo apogeo en el Barroco donde se acuña el término. Y tras un decaimiento en el Romanticismo, no ha dejado de tener presencia en el mundo del arte llegando hasta nuestros días, eso sí con altas y bajas, pero sin llegar a desaparecer nunca.
Ya en la pintura contemporánea los surrealistas lo
emplearon, véanse Dalí y Magritte y, ahora que caigo, también los
hiperrealistas lo utilizaron con frecuencia. Le dejo, ‘El corazón
manda en los ojos y les hace trampantojos’. (Continuará)
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sobre ellas.
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