(Continuación) Es
probable que la recuerden, se trata de la frase que les conté al principio de la
entrada ¿Cómo saber si un objeto es de oro? y que, prueba tras
prueba casera sobre la autenticidad de una joya de oro, nos ha traído hasta
aquí. Una entrada que por cierto daba una afirmativa continuación a la
dubitativa despedida (¿Continuará?) de ¿Cuánto oro hay en una medalla olímpica? que finalizaba con una de esas frases que dicen que alguien
dijo, la de ¡Eureka! ¡Eureka! ya enrocada en diferentes momentos.
Una frase, vuelvo al
principio, que solía utilizar mi tata al reconocer, con solo mirarla, una
baratija que le enseñaran: “eso es de oro del que…”. Ella, que utilizaba
pillapelos de plata para recogerse un moño bajo trasero que le gustaba
hacerse, también empleaba su correlato, facilitado por la homofonía de las
palabras, “y eso otro es de plata de la que cagó la gata”.
Dos expresiones que a
pesar de su escatológico continente, esconden una buena ración de expresa y
explícita verdad contenida, y han sido y son (cada vez menos, esa es la verdad)
muy utilizadas en el sur de España, para poner en duda la autenticidad de algo
que alguien nos muestra como, supuestamente, de gran calidad. Una expresión con
historia e intrahistoria, sobre la que cabe preguntarse: ¿cuál es su origen?,
¿desde cuándo se emplea? ¿qué significa en realidad?
‘Oro del que cagó el moro’. Historia
Como ya hemos indicado la expresión se utiliza para negar o como poco poner
en duda la autenticidad de algo que se nos presenta como de gran calidad y
valor, como algo precioso y preciado. Y su origen, ya se lo habrán imaginado,
guarda relación con la presencia musulmana en la península ibérica, más en
concreto por lo que tengo leído, con su época final allá en el siglo XV. El
sucedido pudo ser más o menos así.
Cuando a principios de enero de 1493 Boabdil, último sultán del
reino nazarí de Granada, entregó las llaves y armas de la Alhambra a los Reyes
Católicos y se encaminó con su familia hacia sus nuevas tierras de la
Alpujarra, en Laujar de Andarax, Almería, Capitulación de Boabdil en 1493,
no transcurrió mucho tiempo en recibir la visita de unos enviados de Isabel y
Fernando, exigiéndole que restituyera a la Corona de Castilla cien mil (100 000)
maravedís que en su opinión faltaban de las arcas de la ciudad de Granada.
Fue entonces cuando Boabdil, que no disponía de semejante cantidad de dinero
ni por el forro, pero tampoco podía permitir que los cristianos lo supieran
pues peligraría su vida y la de los suyos, pergeñó una estratagema para ganar
tiempo y poner tierra de por medio, por ejemplo, embarcándose rumbo al norte de
África. En mi opinión una ocurrencia humana tan incierta como la que
supuestamente dio pie a esta otra expresión, que también oí en boca de mi tata
Pepa, de quien no les había dicho su nombre. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
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