(Continuación) O la del cantante de un famoso
grupo de flamenco-fusión cuando dijo: “No sabemos si es niño o niña, porque aún
no le hemos hecho la coreografía”. Ya. Es evidente que el músico no se quiere
referir al “conjunto de movimientos y pasos que ejecutan los bailarines”, sino
a la ecografía o “método de exploración del cuerpo humano con ultrasonidos,
utilizado especialmente para el seguimiento de embarazos”. Sí, va a ser eso.
Claro que aquella folclórica tampoco se quedó
atrás con su “Un beso fuerte para Rosario, que lleva en sus gérmenes el
arte de su madre” ¡Claro que sí chiquiyo! Ni que decirle tengo que la artista se
refiere a los genes o “secuencia de ADN que constituye la unidad
funcional para la transmisión de los caracteres hereditarios” y no a esos
“microrganismos que pueden causar o propagar enfermedades”. Vamos, vamos.
Y por supuesto está esa simpar modelo, actriz,
empresaria, … cuando se descolgó con “Que yo sepa, en mi árbol ginecológico
no ha habido duques ni marqueses”. Claro que no cariño, lo “relativo a los
órganos sexuales de la mujer” no tiene nada que ver con los antepasados, o sea
con lo genealógico. Eso lo saben todas las ramas del árbol.
En busca de sus orígenes
Todo hace pensar que la palabra malapropismo
deriva de un personaje de teatro llamado ‘Mrs. Malaprop’, perteneciente a la
obra The rivals (1775) del dramaturgo inglés Richard B. Sheridan.
Se trata de una señora que suele tener
continuos deslices lingüísticos al confundir palabras fonéticamente similares
y, en consecuencia, decir algo totalmente diferente a lo que pretende en
realidad, lo que da lugar a un efecto cómico.
Se cree que Sheridan eligió el apellido en
clave humorística a partir del adjetivo y adverbio ‘malapropos’
(inapropiado o inadecuado), que deriva de la locución francesa ‘mal à propos’
(inoportuno”) y que se incorporó al inglés a mediados del siglo XVII.
Es más que probable que a estas alturas del
artículo, al lector atento se le hayan venido a la mente más de un conocido malapropismo,
y es que sin duda alguna son ya clásicos que pertenecen al acervo común. Claro
que, ahora que lo pienso y puesto a recordar, seguro estoy que ha echado en
falta a alguien, a otra también modelo, empresaria, actriz, ….
Vamos, a la inefable Sofía Mazagatos, “la
reina del candelabro”, mujer en la que el malapropismo deja de tener la
condición de anécdota para adquirir el rango de categoría. Pongamos que hablo del
mazagatismo. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
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