Dirigida en 1954 por el cineasta estadounidense
Nicholas Ray (1911-1979) y basada en un guion de Philip Yordan, arranca con la visión de un jinete solitario Johnny
(Sterling Hayden) y su llegada a un pueblo donde está su destino final, el
salón propiedad de Vienna (Joan
Crawford). Un antiguo amor del que desea reavivar las llamas de la vieja
pasión que vivieron juntos.
Amor de
película
El hombre, un pistolero que hastiado de
su pasado violento viaja sin pistola al cinto, lleva sin embargo una guitarra a
la espalda como toda propiedad. Ahora prefiere tocar antes que disparar. Y la
mujer, que viste pantalones y lleva pistola al cinto, es orgullosa y maneja con
mano dura su negocio.
Dos presentes muy distintos aunque el
pasado de ambos es el mismo. Un lacerante amor frustrado y mutuo en el que, con
el encuentro y sin decirlo, los dos buscan una salida para sus vidas, quizás un
futuro común. Ella, superviviente en un mundo de hombres, lo hace desde el
desamparo y la angustia, y él, escéptico, desde la lejanía y la desconfianza. Y
hasta aquí les puedo contar de la película Johnny
Guitar.
Si la van a ver, cosa que les aconsejo,
no se equivoquen, no es un western cualquiera o, mejor dicho, no es sólo un
western. Hay pistolas y caballos, sí, pero no son más que parte del decorado, una
simple excusa para escudriñar a seres humanos que están al límite de sus
sentimientos, en la frontera de la vida y la muerte.
Estamos ante una bellísima historia de
amor, donde las miradas lo dicen todo y las palabras, las palabras, son el
complemento perfecto del alma desnuda de sus protagonistas. Como cuando
pregunta Johnny: “¿A cuántos hombres has
olvidado?” y Vienna responde: “A
tantos como mujeres recuerdas tú”.
No me digan que no reconocen tras esas
palabras a dos corazones disfrazados de dureza e indiferencia, bajo los que ocultan
ternura, aflicción y el deseo de ir en busca del amor perdido ¿A que sí? En mi
opinión, del todo prescindible por supuesto, esta película es uno de esos
escasos ejemplos que no sólo redefinen un género, sino que lo transcienden. Mi
consejo, que no se la pierdan.
La
decisión de amar
Los que saben de las cosas del querer dicen que la pasión es
lo primero que nace en un amor, si bien es lo que antes se apaga. Que junto a
ella pero desplegándose más despacio va la intimidad y que más tarde, pero no
siempre, lo hace el compromiso.
Entre los humanos el acto de
comprometerse está considerado como una señal de adultez, ya que implica la
toma de dos importantes decisiones: la de querer amar a alguien en concreto y
la de mantener ese amor. Circunstancias, ambas, propias de un ser adulto.
(Continuará)
1 comentario :
Es muy buena idea pero, ¿tiene algo que ver con la ciencia?
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