Si tiene ya cumplido el medio siglo de
vida, seguro que de pequeño oyó infinidad de veces por parte de padres o abuelos
la frase de más arriba, y además lo hizo percibiendo en ella cierto tono de
advertencia acompañado de una pizca de alarma alimenticia.
Incluso es probable que ya de mayor usted
mismo la haya seguido repitiendo, sin plantearse a pesar del tiempo pasado si
es cierta o no. ‘Probable’ digo porque, si se saca el tema en una conversación,
no es raro oir que alguien lo repite: “Yo lo he oído toda la vida, así que debe
ser verdad. Después de la leche no se debe tomar nada más pues ésta se corta y
eso no es bueno”.
Y ‘si es cierta o no’ porque en
principio y por lo que nos decían entonces, corríamos peligro de sufrir un
grave problema digestivo al cortarse la leche. Pero el tiempo ha pasado, ¿es realidad o se trata de una falsa leyenda alimenticia?
Bueno pues vaya de entrada y sin más
dilación que NO ES CIERTO, y que el
mito es falso de toda falsedad. Después de la leche se puede tomar uno lo que
quiera, esa es la verdad lo diga quien lo diga, pues sabido es que “La verdad es la verdad, dígala Agamenón o
su porquero”.
Es así y paso a argumentárselo
exponiendo, primero, lo que dice el falso mito, después, lo que se infiere de
la lógica empírica y, por último, lo que demuestra la ciencia académica.
“A la leche, nada eches”. Mito
falso
Con la susodicha advertencia nuestros
mayores nos prevenían para que, tras beberla, no tomáramos ningún alimento
después, ya fuera fruta o cualquier otro, pues el ácido que contienen cortaría la leche y nos provocaría graves problemas digestivos.
En aquellos tiempos estaba, y por lo
que tengo comprobado sigue estandolo aún, en boca de muchas personas con
pequeños a su cargo expresiones del tipo: “Niño ten cuidado, no te tomes eso despues
de la leche a ver si se te va a cortar”.
En casa, cuando éramos pequeños, mamá
lo concretaba sobre todo en el zumo de naranja que nos hacía y en el que ponía
especial atención. Nunca nos dejó tomar el vaso de zumo después de habernos
bebido la leche, pues al juntarse, decía, se cortaría y eso no era bueno.
Ahora bien, al revés sí. Curiosamente,
aunque se juntaran igualmente en el estómago, al caer ella (la leche) sobre él
(el zumo) aquella ya no se cortaba. Eso afirmaba mi madre y, ni que decrile tengo que mis hermanos y yo lo aceptábamos
a modo de principio de autoridad clásico
y aristotélico.
Vamos que lo aceptábamos como cierto y
sin necesidad de someterlo a debate alguno porque, la verdad sea dicha, resultaba
que la experiencia demostraba que era cierto. Nunca ninguno de los hermanos nos
pusimos enfermos al tomarnos primero el zumo y después la leche, nunca. Una prueba
inequívoca a nuestro entender de que mamá estaba, como casi siempre, en lo
cierto. Lo que no sepa una madre. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar
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y cursiva, si desean ampliar
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