miércoles, 5 de octubre de 2016

Tambora, 5 de abril 1815 (y 3)

(Continuación) Se inició un periodo de hambruna por medio continente, en el que un ejército de hombres esqueléticos y pobres, vagaban a la deriva en busca de comida.

Un movimiento migratorio que sin duda trajo consigo numerosos y violentos disturbios sociales, que tuvieron que ser controlados por las autoridades como ya se pueden imaginar.

Fue esa escasez de alimentos la que, para algunos, bien pudo ser causa directa o indirecta, de cerca de sesenta mil (60 000) muertos. Aunque hay exégetas que estiman que fueron más, muchos más, casi quince (15) veces más.

Eso dicen y puede ser, por qué no. Aunque no está claro del todo.

Tambora, cólera y Waterloo
En opinión de algunos otros estudiosos, debido al caos climático que siguió a la erupción del Tambora, se desató una epidemia de cólera, enfermedad infecto-contagiosa intestinal aguda grave ya de por sí.

Y que para más inri las tropas coloniales británicas con sus desplazamientos, a lo largo de esos años, se encargaron involuntariamente de propagar.

De esta forma piensan que se extendió por numerosos países y llegó a sesgar la vida de cientos de miles de personas en Arabia, Persia y Asia Oriental. Lo que también puede ser.

Quién sabe.

Ya que les escribo de lo de Tambora y sus consecuencias desde un contexto médico-militar, les pongo en la pista de una nueva curiosidad, de esas que saben me gustan.

Leí, no caigo ahora mismo dónde, cómo otro experto en estas lides culturales llegaba a insinuar que la nube de cenizas que se extendió por todo el mundo, y a partir de mayo de 1815 llegó a Europa generando esos estragos climáticos, pudo ser la causa que llevó a Napoleón a la derrota en Waterloo.

Lo que no deja de ser sorprendente.

Sorprendente al menos para mí ya que, en mi nada pequeña ignorancia histórica, siempre tuve por cierto que entre otros factores, la derrota del francés a manos aliadas en Waterloo (Bélgica) se debió a una involuntaria dolencia.

Unas dolorosas hemorroides que venían atormentado al “pequeño corso” desde hacía tiempo.

Pero claro, qué sabré yo pensaran ustedes, no exentos de una buena dosis de razón.

De modo que mejor dejo aquí y por ahora, esta línea de investigación recién abierta. Se me hace que podría volver algún día como un televisivo y “almorránico” CSI para Napoleón en Waterloo.

Precedentes ha habido y gustaron.

1816, el año del frío
Claro que también debió ayudar a la catástrofe climática, y no poco, la bajada de temperaturas que se produjo debido a la reflexión óptica originada por la nube de cenizas en las ondas solares.

Recordemos que desde el punto de vista físico, la reflexión es un fenómeno consistente en el cambio de dirección que experimenta una onda, al entrar en contacto con la superficie de separación entre dos medios, regresando al medio donde se originó.

Es una propiedad común a todo fenómeno ondulatorio y lo experimentan las ondas en el agua, el sonido en el aire y la luz o sea las ondas electromagnéticas, OEM. (Continuará)




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