La prima y secunda vigilia entre la puesta de sol y la medianoche, y la tertia y quarta vigilia entre la medianoche y la salida del Sol.
Apuntada ya la bondad salutífera de su práctica y desarrollada la etimología de la palabra, quizás convendría abordar el asunto de su duración.
¿Cuánto tiempo debe durar la siesta perfecta? ¿Cuánto es lo que debemos dormir? ¿Apenas unos minutos? ¿Media hora? ¿Dos horas? ¿Cuatro horas?
¿Qué dice la ciencia al respecto?
Pues aparte de confirmar que esta costumbre tan mediterránea, “este invento tan nuestro”, cada vez goza de más reconocimiento científico, lo cierto es que grosso modo no se termina de decantar por un tiempo de siesta perfecto.
Parece ser que la duración cada uno de ellos, por extrema que sea o nos parezcan, tiene sus propios beneficios.
Desde aquellas siestas “de pijama, Padrenuestro y orinal”; pasando por las que duran horas o apenas unos minutos; hasta llegar a las que ni siquiera se llega a dormir uno del todo.
De todo hay como en botica.
Porque las duraciones son muchas, si bien las más extremas, ciñéndonos al suelo patrio, son las que representan dos artistas geniales. Uno del mundo de la letras, Camilo José Cela, Premio Nobel de Literatura en 1989. Y otro del de la pintura, el genial Salvador Dalí.
La medida de la de Cela es (casi) eterna, ya la conocen, hablamos de la clásica “siesta de pijama, padrenuestro y orinal”.
La de Dalí sin embargo es insignificante.
La siesta de Dalí
Por si no la recuerdan, sepan que el artista de Figueras afirmaba practicar la siesta con una cucharilla de café en la mano. Y cuando se quedaba dormido y la cucharilla caía, despertándole con el ruido que originaba al chocar con el suelo, era la señal de que se había acabado la siesta. De que había transcurrido el tiempo justo para recuperarse y seguir con el trabajo.
Al menos eso decía pero claro, tratándose del genio, permítanme que no las tenga todas conmigo. Que tenga en cuenta que del dicho al hecho, hay un buen trecho de mal camino.
Un Dalí considerado como uno de los máximos representantes del surrealismo, y del que por cierto no hemos enrocado en su justa medida, su interesado interés por las ciencias naturales y las matemáticas de mediados del pasado siglo XX.
Las duraciones de la siesta, ya digo, son infinitas. Casi tantas como sesteros la practican y cada uno debe encontrar la suya.
Trato de decirles en clave de humor que no existe ninguna regla, ni mágica ni científica, para la siesta perfecta. No al menos una que quien escribe conozca.
No obstante me gustaría puntualizar la opinión que, sobre dicha práctica, tenía el nobel español.
Y es que hay que andar con cuidado con lo que se dice o escribe, aunque uno se llame Camilo, Camilo José.
Naturalmente me refiero a la siesta “de pijama, Padrenuestro y orinal”.
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