(Continuación) O si por desgracia se trata de un error interpretativo, dentro del propio marco teórico del modelo estándar de la física de partículas, que ése sí que sería un problema de calado.
Pero bueno, demos tiempo al tiempo, y sigamos con lo nuestro, el mecanismo de Higgs.
De los orígenes del mecanismo de Higgs
Como es sabido, Peter Higgs y otros científicos del campo de conocimiento llamado física de partículas, pergeñaron a mediados de los años sesenta del siglo pasado, una explicación para el hecho de que las partículas subatómicas tengan masa.Un modelo que exigía la existencia de un campo singular conocido como de Higgs y de un particular bosón, conocido también como de Higgs.
Una idea novedosa que en realidad llegaba de la clásica Física de Sólidos.
En esencia nos viene a decir que en todo el universo conocido se encuentra presente este campo, con él que interaccionan todas las partículas que existen. Y es en función de la intensidad de dicha interacción, que las partículas adquirirán más o menos masa.
Se trataría de un campo que se iría distorsionando conforme la partícula se fuera desplazando por él. Una distorsión -el agrupamiento del campo o “campo de fondo”- alrededor de la partícula, que sería la causante de que la misma adquiriera masa.
Esta especie de entramado que llena el universo, justificaría el por qué los protones, partículas fundamentales del átomo, y las partículas W y Z, responsables de las interacciones débiles son tan masivas, mientras que el fotón, responsable de las fuerzas electromagnéticas, no tenga masa.
Recuerde, una cuestión de interacción entre el campo y la partícula. Cuanto más fuerte sea la interacción, más masiva será la partícula.
Ya pero, ¿por qué es así? ¿A través de qué mecanismo ocurre? ¿Qué conforma ese campo?
Si el bosón de Higgs es el causante de que el resto de partículas tengan masa, ¿quién se la da a él? ¿Qué partícula es la responsable de que el bosón de Higgs sea masivo?
Cómo pueden ver el asunto es complejo por extensión y entendimiento.
De ahí que surgiera la necesidad de una mejor divulgación de este tema. De una aproximación conceptual a pie de obra, que permita su comprensión popular. Una historia científica que tiene su intrahistoria política.
Intrahistoria (política) de la historia (científica)
La intrahistoria arranca en 1993 cuando -el por entonces ministro británico de Ciencia, William Waldegrave- empezó a cuestionar en términos económicos, el elevadísimo coste que suponía la búsqueda de esa cosa de la que, no sólo no se sabía muy bien qué era, sino de la que ni siquiera se tenía seguridad de que existiera.Pero que, a pesar de esas carencias, ya tenía nombre: bosón de Higgs. Sí, no se extrañe, esto es muy humano.
Es una situación parecida a la que ocurre en medicina con las enfermedades. Ya saben. Los médicos, aunque sepan poco de una enfermedad y no tengan remedio para ella, de lo que no se privan es de ponerle nombre. Es lo primero que hacen.
Bueno pues tres cuarto de lo mismo pasa en física. Y, por supuesto en otros campos del saber humano. Humanos somos, demasiado humanos, al decir del filósofo.
El caso es que, vuelvo con el ministro, lanzó un reto al mundo científico: “No sé si financiaré la búsqueda del bosón de Higgs, pero le pago una botella de champán a quien logre explicarme qué es”.
Y por lo que se cuenta no fueron pocos los que recogieron ese guante lanzado al aire.
Mas sólo uno fue el que ganó la botella de champán. El concreto el astrofísico británico David Miller, quien con su explicación consiguió que el ministro llegara a entender, qué era el dichoso bosón en cuestión.
Lo hizo con un ejemplo, “un poner” que dice el castizo, que se inventó y en el que aparece la señora Thatcher. Una especie de parábola, que ya es un clásico de la divulgación científica, y que podríamos titular: El bosón y la ministra, una explicación cuasi-política.
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