(Continuación) Una insólita disposición que exigía la previa consulta a la superioridad y el permiso de la autoridad para realizarla. Qué me dicen. Es andar para atrás, como dicen, que lo hacen los cangrejos.
Está visto que como las mujeres empezaban a demostrar que eran capaces de todo, los hombres, no tuvieron más remedio que empezar a serlo de todo lo restante. Es lo que trae la modernidad, un signo de los tiempos.
La ley permaneció en vigor hasta 1910, cuando es derogada y se reinstauraron las olvidadas leyes de Alfonso X el Sabio (1221-1284). Unas que, pásmense, admitían a las mujeres en la Universidad, allá por el siglo XIII.
Hay modernidades que tienen mucha antigüedad.
Ya en el siglo XX
En cualquier caso, con esta nueva disposición legal, “se disparó” el número de mujeres que se matricularon en cursos universitarios. Si en el curso 1919-1920, ellas representaban en 2%; en el 1939-1940, pasaron a representar el 13%. Un avance relativo importante. Por desgracia se carecen de datos claros, acerca de las primeras tesis doctorales en ciencias que se realizaron.
No en el terreno de la investigación, pero sí en el docente a nivel de Enseñanzas Medias, les traigo los nombres de dos pioneras, Carmen Martínez Sancho (1901-1995) y Ángela García de la Puerta (1903-2000), que obtienen las Cátedras de Instituto de Matemáticas y de Física y Química.
Carmen, que guardará una estrecha vinculación personal y profesional con el IES Murillo de la ciudad de Sevilla, tiene en esta ciudad una calle con su nombre.
Como pueden ver la información que se tiene y les ofrezco, aunque parcial, nos da una idea clara de la escasa participación de las españolas en la ciencia, durante el siglo XIX y primera mitad del XX.
Aunque eso sí, ya desde las primeras décadas del siglo XX, la presencia de las mujeres españolas en las facultades de ciencias se hace sentir. Cuantitativamente su número es reducido, pero cualitativamente su efecto es dinamizador.
En parte como el de un catalizador químico, perdonen la deformación formativa. Lento en principio y de acción casi imperceptible. Pero acelerado en su velocidad de reacción y efectivo al final.
La ciencia tiene género femenino, también
Algunas de ellas se decidieron por una carrera académica, otras por la administrativa y esotras por la investigadora. Trabajaron cada una según su propia vocación. Catedráticos, miembros de número en los sillones de las Reales Academias, etcétera. Un camino difícil, muy difícil, en un mundo de hombres que mantenían las barreras de acceso bajadas para ellas. Un coto privado donde sólo ellos seguían obteniendo, mayoritariamente, el reconocimiento público.
Y ya que han salido las academias, les comento que la primera mujer admitida en una Academia de Ciencia, la de Farmacia, fue María Cascales en 1987. Que se dice pronto, pero sólo han transcurrido treinta y cinco (35) años.
Hay pasados de vivaz espoleta y otros de lánguido perfume.
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