El caso es que, el bueno del doctor, con apenas uno setenta metros (1,70 m) de estatura y sesenta kilogramos (60 kg) de masa, se ve irradiado por una dosis letal de rayos gamma que, por mor de la ficción, le produce sólo una peculiar e irritante mutación.
Cada vez que se enfada se transforma en un ser de color verde fosforescente, con más de dos metros (2 m) y unos cuatrocientos cincuenta kilogramos (450 kg), y que actúa invadido y dominado por una furia e ira inconmesurables.
Una mutación espectacular, acompañada de unos cambios físicos que le proporcionan, para empezar, tres superpoderes.
El de levantar enormes cuerpos de masas descomunales, el de arrojarlos a kilómetros de distancia y el de dar saltos kilométricos. Y todo eso comportándose como un auténtico energúmeno.
Vamos, lo que se dice todo un peligro andante. O mejor, tratándose de quien se trata, saltante.
Pero lo dicho en el cómic, ¿es todo, y sólo, ficción? ¿O hay algo de cierto en ello? Es más, ¿existen precedentes de algo parecido a Hulk? Veamos.
En busca de precedentes de Hulk
Por supuesto que esta historia no es nueva. Desde la antigüedad estamos avisados: ‘Nihil sub sole novum’ o ‘Nihil novum sub sole’. “Nada nuevo bajo el Sol”, un tópico latino que algunos localizan en la Biblia y atribuyen, nada menos que, al rey Salomón. Podría ser, porqué no.
Pero lo que nos importa ahora es el hecho de que, la dicotomía existente entre el intelecto avanzado del escuálido Dr. Banner y la mente simple y emocional de hercúleo Hulk, tiene antecedentes directos.
Unos antecedentes, tanto cinematográficos como literarios, que son más que conocidos. Por su importancia, les cito dos.
Uno. La película de terror Frankenstein (1931), dirigida por James Whale y protagonizada, entre otros, por Boris Karloff.
Su trama se centra en la persecución que, con furia y saña, sufre por parte de los hombres, el hombre-monstruo creado por la moderna tecnología humana del momento, y que resulta tener, aquí otra semejanza, una fuerza prodigiosa unida a una mente infantil.
Un binomio parecido al de Hulk y que, estarán conmigo, parece traído por el propio demonio Satanás. No he acabado de escribir esta línea, cuando me ha venido a la mente una frase del doctor Banner: “A veces creo que Hulk vino para proteger al mundo de Banner”.
¿Qué quiere decir? Sin duda, la mente humana es extraña para el propio hombre. Parece como si no fuera sólo Dios, quien escriba recto con renglones torcidos. Lo que tampoco sería de extrañar.
Al fin y al cabo, dicen que estamos hechos a su imagen o semejanza. Eso dicen.
Más precedentes para Hulk
Les he dicho cinematográfico pero, en realidad, el origen de la película Frankenstein es teatral, ya que fue una adaptación de la obra homónima de teatro, de 1927, del escritor británico Peggy Webling (1871-1949). Quien que a su vez se había basado en la novela Frankenstein o el moderno Prometeo (1818) de la escritora, también, británica Mary Wollstonecraft Godwin, más conocida como Mary Shelley (1797-1851). Un clásico recomendable.
O sea, que al final, el origen (vuelvo al Frankenstein cinematográfico) es literario; como el segundo de los antecedentes de los que les hablaba.
Dos. La novela de título El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde (1886), del escritor escocés Robert Louis Stevenson (1850-1894) y que trata de un abogado, Gabriel John Utterson, que investiga la extraña relación entre su viejo amigo, el Dr. Henry Jekyll, y el misántropo Edward Hyde.
Otro clásico de lectura más más que recomendable.
Y una vez explicitado el asunto de los antecedentes artísticos, ¿qué tiene que decir la ciencia sobre la posibilidad de existencia de un superhéroe así y sus sorprendentes superpoderes?
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