Aunque eso sí, lo hizo, más o menos, en la misma medida que en el resto del mundo. Sólo que en nuestro caso, la situación fue bastante singular. Ya saben, España es diferente.
La primera mujer de la que se tiene constancia que accediera a la universidad, fue Concepción Arenal (1820-1893).
Lo hizo en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Madrid, a comienzos de los años cuarenta del siglo XIX, si bien lo tuvo que hacer disfrazada de hombre, contra la voluntad de su padre y, ni que decir tiene, que no llegó a obtener título universitario alguno.
Oficialmente es como si nunca hubiera estado allí. Eran desde luego otros tiempos, aunque no crean que hace mucho de ello. En fin.
Con posterioridad, ya en los años cincuenta, se crearon las famosas Escuelas Nacionales de Magisterio en Badajoz, Navarra y Madrid. Unas escuelas mixtas, lo que está bien, pero singulares, lo que no lo está tanto.
Singulares porque la enseñanza que en ellas se daba a las maestras, no así a los maestros, apenas alcanzaba el nivel de cultura general. Qué me dicen.
Así que eran iguales, pero menos. Tenían el mismo reconocimiento oficial, aunque se sabía que tenían menos conocimiento. O sea. Pero bueno, algo es algo.
Primeras universitarias científicas
No es hasta la década de los ochenta, que se empiezan a expedir los primeros títulos universitarios españoles en ciencias. En concreto en Medicina y Farmacia. En 1882, de medicina a Martina Castell y Ballespí en Madrid y a Maria Elena Maseras Ribera y María Dolores Aleu y Riera en Barcelona.
Y con posterioridad, en 1886, de farmacia, a María de Monserrat Carrera y Roger en la Universidad de Santiago de Compostela.
Aunque no en la rama de ciencias, es de justicia nombrar, aquí y ahora, a María Isidra Quintina de Guzmán y de la Cerda (1768-1803), habitualmente citada como María de Guzmán y conocida también como la Doctora de Alcalá.
No en vano fue la primera mujer que ostentó en España el grado de doctor y la dignidad de académico de la lengua. Toda una proeza personal para los tiempos que corrían.
Lo consiguió con tan solo dieciséis (16) años y en 1785. Fue necesario, además, una autorización especial del rey Carlos III de España. No les digo más.
De la importancia del logro intelectual y académico, nos da una idea el hecho de que hubo que esperar casi un siglo para que, de nuevo, una mujer volviera a recibir semejante reconocimiento. Pero no adelantemos acontecimientos.
Martina Castell y Ballespí (1852-1884)
Por orden cronológico de nacimiento, Martina, es la primera de las tres mujeres españolas en matricularse (1887) y licenciarse (1882) en medicina. En su caso, quien consiguió los permisos necesarios para su licenciatura fue el polémico y polígrafo médico José de Letamendi y Manjarrés (1828-1897). Todo un personaje, pero al menos, ya no fue necesaria una intermediación real.
Ella fue la segunda mujer en alcanzar un doctorado, el 4 de octubre de 1882, tan solo cuatro días antes que María Dolores, es decir la primera en medicina, y casi un siglo después que María de Guzmán. (Continuará)
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