(Continuación) Un libro que debía responder a las muchas incógnitas de la época, como el asunto de la ordenación de los elementos químicos, en el que ya llevaba tiempo enfrascado.
Y entre otras ideas se le
ocurrió la de anotar en pequeñas tarjetas, como las cartas de juego, un
elemento químico con sus propiedades y, a modo de “solitario”, intentar
ordenarlas siguiendo distintos criterios: pesos atómicos, semejanza de
propiedades, valencia, etcétera.
Pero por más que se esforzaba
no terminaba de encontrar una regularidad, un criterio correcto de ordenación. Si
los ordenaba en fila, de menor a mayor masa atómica, no aparecía entonces la regularidad
en la similitud de sus propiedades que permitiera agruparlos en familias.
Tabla onírica
Cuenta la historia que así pasaron los días y las noches hasta que, en una de ellas, y tras quedarse dormido, la verdad se le reveló en forma de sueño, uno que afortunadamente recordaba al despertar y que se apresuró a anotar donde pudo.
Era una especie de tabla en
la que todos los elementos encajaban en su lugar, sencillamente combinando ambos
criterios; se dio cuenta de que ciertas propiedades se repetían en algunos de
los elementos a intervalos más o menos regulares.
De modo que se trataba de
ordenarlos con el peso atómico aumentando de izquierda a derecha en una fila (horizontal),
que se cortaba para hacer que los elementos con propiedades similares cayeran en
la misma columna (vertical) de la fila siguiente.
Es decir, vio que las propiedades de los elementos se repetían periódicamente en cada fila, de ahí el nombre de Tabla Periódica, ése era el patrón oculto: las propiedades de los elementos son funciones periódicas de su masa atómica. El sueño de la razón.
Un sueño genial
Es de justicia poner negro
sobre blanco que el químico alemán Lothar Meyer (1830-1895) de manera independiente
llegó a la misma conclusión que Mendeleyev, eso sí, unos meses después que
éste publicara la suya, de ahí el reconocimiento mundial a la autoría rusa.
Del todo justo porque, además,
fue bastante más allá en la toma de decisiones, por ejemplo, la de cambiar de posición
a algunos elementos que no encajaban bien por su peso, o la de dejar huecos libres
en la tabla para elementos aún no descubiertos, de los que incluso predijo propiedades
y pesos atómicos por extrapolación.
Decisiones a las que el tiempo y los resultados no dejaron de dar la razón, no olvidemos que esa tabla de 63 elementos de 1869, poco más de siglo y medio después ya cuenta con 118 y, ¿lo que te rondaré morena? (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
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