[Esta entrada apareció publicada el 27 de diciembre de 2024, en el semanario Viva Rota, donde también la pueden leer]
Cerramos con la palabra del año escogida por la Fundación del Español Urgente (FundéuRAE), y promovida por la Real Academia Española (RAE) y la Agencia EFE, un sustantivo incorporado al Diccionario de la lengua española (DLE) en su última actualización, del pasado martes 10 de diciembre. Y que se ha impuesto a las otras once candidatas seleccionadas, a saber: alucinación, fango, gordofobia, inquiokupa, mena, micropiso, narcolancha, pellet, reduflación, turistificación y woke.
El motivo
de su elección, como suele suceder en estos casos, se debe: uno, a su gran
presencia en los medios de comunicación, incrementada exponencialmente y por
desgracia tras las graves inundaciones causadas por este fenómeno atmosférico
al este y sur de la península ibérica a finales de octubre. Y dos, a su
incuestionable interés lingüístico y las inevitables dudas que aún genera su
escritura entre algunos de los hablantes y escribientes.
Respecto al primero, recordar que el término dana ya fue candidato a palabra del año en 2019, pero sin lograrlo; como ya le he dicho, por desgracia, la intensidad y frecuencia con la que se ha repetido este fenómeno meteorológico, recogidas en los medios de comunicación, ha vuelto a poner su nombre en el candelabro, candelero con varios brazos.
Unas fuertes catástrofes climáticas por cierto no exclusivas de España pues han tenido lugar también, este año, en Perú, Europa central, Estados Unidos o Brasil, y una voz que el diccionario académico recoge como lexicalización del acrónimo dana, correspondiente a la expresión “depresión aislada en niveles altos”, y que se escribe todo con minúsculas.
Un sustantivo femenino común (la dana, una
dana) y un término propio de la meteorología con el significado de ‘depresión
en niveles altos de la atmósfera que, aislada de la circulación general
atmosférica, se mueve de forma independiente y puede producir grandes
perturbaciones con precipitaciones muy intensas’. Pero si se opta por su
escritura como sigla, entonces irá con mayúscula en todas las letras, haciendo
su plural con “las DANA”, y no “las DANAs” ni “las DANAS”.
Es del todo inapropiada la grafía “Dana”, solo con mayúscula inicial, salvo que sea la primera palabra de un enunciado como es el caso. Esta voz que, según se puede observar en los ‘corpus’ académicos, se emplea principalmente en España, desde que nació en el ámbito científico-técnico -antes era conocida como “gota fría”- dio el salto a los medios de comunicación, aterrizó en el lenguaje popular y, finalmente, entró en el diccionario académico.
Por cierto, esta es la duodécima ocasión en la que la
FundéuRAE escoge su palabra anual, si no hay error por mi parte las
anteriores ganadoras fueron: escrache, selfi, refugiado, populismo, aporofobia,
micro plástico, emojis, confinamiento, vacuna, inteligencia artificial y
polarización. (‘El que lee mucho y anda mucho, sabe mucho y ve mucho’, Cervantes).
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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