domingo, 12 de diciembre de 2021

Margarita Salas: “Los margaritos”

(Continuación) Al menos en este sentido, desde hace unos años las cosas sí han cambiado, y la red de discípulos de ambos sexos formados en su escuela constituyen legión, están diseminados por todo el mundo, se encuentran en múltiples campos del conocimiento, trabajan en diferentes ámbitos académicos e institucionales, y responden al apodo de “los margaritos”. Como lo lee.

Pero no crea que es un mote puesto por sus colegas y con intenciones no confesables, nada más lejos. Son ellos mismos los que se hacen llamar “los margaritos”, tan orgullosos están de pertenecer a la escuela de investigación de ella.

La misma que ha continuado hasta nuestros días y arrancó en 1967, con el primer grupo de investigación de genética molecular español, haciéndolo en el CIB de Madrid. Para no pocos, esta red de investigadores es el mayor legado de Margarita Salas a la ciencia.

Centro de Investigaciones Biológicas ‘Margarita Salas’

Es uno de los de mayor prestigio y tradición del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), fue fundado en 1953 y a él estuvo vinculado la profesora Salas durante trece años. No olvidemos que en él, entre 1961 y 1964, realizó su tesis doctoral sobre el metabolismo de levaduras, en el grupo de Alberto Sols.

Hace tan solo un par de años, en 2019 -unos días después de su muerte y unas semanas antes de que empezáramos a saber de la pesadilla pandémica que sufrimos y conocemos como COVID-19, producida por el coronavirus SARS-CoV-2-, en su honor el CIB pasó a denominarse Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas. Lo que está muy bien.

Pero volvamos a 1967, cuando para el mundillo científico Margarita era tan solo la mujer del doctor Viñuela y, como equipo, tenían la ineludible e imperativa cuestión de decidir sobre qué tema o temas iban a investigar.

El virus fago Φ29

Les resultaba obvio que no debían seguir con las investigaciones estadounidenses llevadas a cabo en el laboratorio de Ochoa. No tenía ningún sentido hacerlo pues en España nunca podrían competir con los conocimientos y recursos de dicho centro, no, lo más sensato sería constituir un solo grupo entre los dos, unir esfuerzos y trabajar en un único tema común.

Y el elegido fue uno sobre el que ambos habían hecho un curso en EE. UU., los fagos, en concreto el fago Phi29, uno que es pequeño, pero morfológicamente complejo, infecta a las bacterias y, lo más interesante, había dado lugar a las primeras aportaciones a la genética molecular en la década de los cincuenta. O sea, miel sobre hojuela. (Continuará)

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