‘Las Hortensias’. En este relato de 1950, el
escritor uruguayo Felisberto Hernández
cuenta la historia de María y Horacio, un matrimonio que convive con una muñeca
de tamaño humano que es tan natural que, enteramente, parece una jovencita. Lo
parece incluso por dentro, ya me entiende. Y es que dispone de un sistema
interno de irrigación con agua caliente, que le hace transmitir una sensación
de “calor humano”. De hecho, por tener tiene hasta nombre, Hortensia. No le
digo más.
Y el caso es que, durante el día, sólo
Horacio está con ella. La maneja y coloca de mil posturas diferentes con
significados que sólo él conoce, como sólo suyo es el oculto código que
descifra tal misterio sexual. Sin duda, disfruta mucho con sus escenas animadas.
Mientras, María, consiente y guarda el secreto conyugal como si no pasara nada,
al fin y al cabo, en principio, es una rivalidad femenina llevadera. Pero al
llegar la noche, todo cambia y nada es igual. No lo es, porque él quiere que
los tres duerman juntos, en la misma cama: hombre, mujer y muñeca. Una
muñeca-mujer convertida en rival de una mujer-muñeca, conformando así una compleja
neurosis sexual y, claro, tan singular trío no puede traer nada bueno a sus
protagonistas. A ninguno.
Él es un viejo excéntrico, ex asiduo de las
tentaciones del torpe oficio y un cabrón con pintas putañero. Ella no es más
que una mujer con demasiados miedos y sombras, ¡qué de sombras finge el miedo! Y
la muñeca, la otra, bueno pues es tan sólo eso, una mentira inanimada. De modo
que, antes que después, la desgracia se descuelga, los celos se desatan y el
turbio drama se precipita. Una noche, María, enloquecida de celos, apuñala a
Hortensia con un cuchillo de picar carne. Lo hace de forma impulsiva, en la
propia cama, por lo que una hemorragia de tibia agua muñequera, termina
empapando el lecho conyugal. Toda una alegoría. Pocos ignoran que una mentira
nunca vive hasta hacerse vieja. Hortensia, la muñeca.
‘Memorias de mis putas tristes’. La obra
del colombiano Gabriel García Márquez fue publicada en 2004 y no es más que un
breve y putero relato acerca de un anciano periodista que, en su noventa
cumpleaños, se regala algo especial: una noche de sexo con una puta virgen. Y he
aquí que con ella, con la pubescente concubina, llega la sorpresa pues sin
esperarlo, el nonagenario se enamora por primera vez. Lo que bien pensado no
deja de ser sorprendente y contradictorio pues, al fin y al cabo, el sexo no es
más que el consuelo que uno tiene cuando no le alcanza el amor. Sin embargo, ya
ven. Además, para más ‘inri’, está la enorme diferencia de edad, no en vano ella
es una adolescente de tan solo catorce años, casi un bebé para él como quien
dice. De modo que, ni corto ni perezoso, decide bautizarla y la llama
Delgadina. Bueno, después también la “apadrina”, ya me entiende, y así inicia
una serie de visitas al burdel. Y hasta aquí debo contar.
En mi opinión, del todo prescindible por otro
lado, no creo que la novelita pase a ser una obra canónica del laureado
escritor. Es más, ni siquiera pienso que esté al alto nivel de su literatura,
pero bueno ahí está. Por otro lado, en ella no faltan las descripciones
voluptuosas, los diálogos diáfanos y los adjetivos sensuales, vamos lo
esperable en una obra de alguien como ‘Gabo’, lo que está bien, ya que a nadie
engaña. (Continuará)
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