(Continuación) Compañero de la genial superestrella, pero sin tanta fama y
relevancia social como él, destaca sobre todos el ¿supersticioso? físico Bohr, quien como saben pergeñó el diseño
del modelo atómico más conocido a
nivel escolar, a la vez que puso no pocos ladrillos en el edificio de la mecánica cuántica.
Conocidas son la anécdota ¿apócrifa? de la herradura colgada en la pared y la
historia de la ocultación de la medalla nobel. Así como sus conversaciones a
nivel de estado y, por supuesto, sus jugosas disputas físico-lógicas einstenianas.
Les hablé al principio de Hipatia
la primera mártir de la ciencia, pues bien, con el lapsus de algunos siglos les
traigo ahora un hombre que murió muy joven, con sólo veintisiete (27) años, durante
la Primera Guerra Mundial.
Se trata del físico y químico inglés Moseley,
que en la batalla de Galípoli fue alcanzado en la cabeza por un francotirador
mientras estaba telegrafiando una orden. Sus cortas investigaciones ayudaron no
obstante y de forma definitiva a comprender el concepto de número atómico, mediante la ley
que lleva su nombre.
Y de un joven valiente a todo un maduro aficionado a las mujeres, el
austríaco Schroedinger, el arquitecto
del edificio de la mecánica cuántica.
Eso en el terreno científico porque como hombre fue, lo que podríamos llamar un
amante en serie, conocido por sus públicos y notorios tríos amorosos.
Bueno por eso y por su famosa ecuación
de conservación de la energía para ondas, claro. Al César lo que es del César y...
No quisiera despedirme del siglo XIX sin citarles al menos un científico perteneciente
a la nobleza. Me refiero al príncipe de
Broglie, relacionado con la naturaleza
ondulatoria del electrón, una de las caras de su dualidad como partícula elemental.
A uno aristocrático y a otro gafe. Sí como lo leen porque Pauli, se trata de él de quién si no,
no es que fuera un torpe experimentador en el laboratorio, no, él iba más allá.
Era gafe. Es más, era el paradigma del gafismo
y su fama le precedía.
Siglo XX
Lo inauguramos con el nuclear e italiano
Fermi y su supuesto y curioso
problema sobre el cálculo de, sorpréndanse, cuántos afinadores de piano existen
en la ciudad de Chicago. No, no es broma. De hecho está documentado que incluso
dio una solución al problema.
Seguido del lacónico y retraído, ¿autista, quizás? -éste sí que vivía en su
torre de marfil, ya me entienden-, Dirac.
El primer hombre en fusionar mecánica
cuántica y relatividad especial,
dos de las grandes teorías del siglo XX.
Y cómo no nombrar al polifacético físico teórico Feynman, además de músico, dibujante, alcohólico, polémico,
mujeriego y un largo etcétera. Tan largo que, hay tanto que contar de él, que
mejor no les digo ahora nada. Feynmann es lo que se dice un capítulo aparte.
Como aparte quedan las primatólogas y famosas “chicas Leakey”, a saber: la Goodall, “la chica de los chimpancés”;
la Fossey, “la chica de los gorilas”
y la Galdikas o “lady Orangután”. (Continuará)
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