miércoles, 9 de agosto de 2017

¿Es lo mismo un hongo que una seta? (y 2)

(Continuación) Con tiempo suficiente, el micelio puede abarcar grandes extensiones de terreno bajo tierra y hacer perdurar al hongo todo el tiempo que haga falta, eso sí, siempre que no cambien las circunstancias ambientales y el hongo se vea obligado a desarrollar las setas.
En esos casos y sólo en ésos, por ejemplo si las temperaturas bajan, es cuando el hongo al sentirse amenazado, pone en marcha el proceso reproductivo a través de la creación de los carpóforos. Es algo así, para que me entiendan, como oír la llamada de la naturaleza y responder.
Haciéndolo con la producción de setas, que a su vez generarán esporas que al ser dispersadas y propagadas entre otros factores por el viento y distintos animales, terminarán formando nuevos micelios y, por ende, nuevos hongos.
Estamos pues ante un principio universal de la naturaleza, el de la existencia de vida. Un imperativo cósmico probabilístico que la ciencia contempla pero que, ojo, ya la religión, con siglos de antelación, había manifestado ¿Recuerdan la bíblica frase (cuasi) textual de ‘Creced y multiplicaos’ (Gén. 1,28)?
Pues la misma para los hongos, creced por el micelio y multiplicaos por la seta.
Símiles para diferenciar hongo de seta
Con su permiso -perdonen la deformación profesional de quien esto escribe, son muchos años ya-, y a pesar de que ya les he puesto negro sobre blanco que el hongo es un ser vivo cuya estructura consta de dos partes diferenciadas, una nunca visible (micelio) y otra visible a veces según la época del año (seta).
Es decir que siempre que veamos setas en el campo, es una señal inequívoca de que bajo la superficie de la tierra hay un micelio, vamos, que tenemos hongos. Pero que no siempre que tengamos hongos en el campo, veremos setas.
Dicho esto y a su pesar, no me resisto a transcribirles unos símiles, un par de modelos interpretativos quizás más familiares, para aproximar la comprensión de la diferencia entre hongo y seta.
El primero guarda relación con un árbol frutal y vendría a decir que el árbol es al hongo como el fruto es a la seta. Que así, leído a vuela tecla suena bien, pero que si se piensa un instante, no sé qué decirles ¿Dónde quedan las ramas, las hojas, la raíz, etcétera? No, no me termina de encajar.
Escribo estas líneas frente al mar en pleno Marco de Jerez de la provincia de Cádiz, como saben la más meridional de la península Ibérica. De ahí que les proponga una comparativa vinícola, acerca de la relación entre hongo y seta, que me contaron hace unos días.
En ella la vid y el hongo serían el total. La cepa, tronco de la vid, y el micelio la parte no comestible. Y el racimo de uvas y las setas, la parte comestible. Pero claro seguimos en las mismas, ¿y los sarmientos?, ¿y las hojas?, ¿y la raíz?  
Como suele ocurrir en ciencia, los modelos interpretativos suelen tener un buen comienzo, un mal final y un recorrido más bien breve debido a que sus patitas son muy cortas. Pero si un hongo no es lo mismo que una seta, ¿por qué llamamos hongos a las setas?
¿Por qué llamamos hongos a las setas?
Pues si les soy sincero no lo tengo nada claro. Puede que en parte sea por ignorancia, no son pocos los que creen que son la misma cosa. Pero también por comodidad y costumbre, unos comportamientos que hacen que, coloquialmente, a veces no llamemos a las cosas por su nombre. (Continuará)




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