Juzguen ustedes mismos. Así me despedía nada menos que el año pasado,
cuando les escribí sobre el ilustrador francés Jean Marc Côté y su visión gráfica, por encargo tabaquero, del
futuro. Con bastante retraso temporal, mea
culpa, retomo la serie de ilustraciones prometida, ofreciéndoles una
aproximación a semejante obra humanista.
De nombre general la he titulado En
el año 2000, pero está vista y pergeñada desde 1889, es decir más de un
siglo antes, por lo que estamos ante una predicción futurista. Por empezar con
una, aquí tienen a la que he llamado Tráfico
aéreo (L’agent Aviateur), pero viendo
la ilustración, casi más le pega el calificativo de volador.
Sí. Para el artista francés, en el año 2000, habría un tráfico aéreo igualito,
igualito, que el terrestre de 1889. Pero atento a la imagen, que es todo un
despliegue imaginativo a la hora de extrapolar los avances científicos de la
época, aunque con ciertas objeciones teóricas. Les dejo con un par de detalles.
El guardia
de tráfico
Si se fijan el agente lleva una especie de alas de murciélago en la espalda,
que al parecer y por lo que se ve, es el dispositivo que le mantiene en el
aire. Pero claro, no las mueve ni con las piernas ni con los brazos, única
forma desde el punto de vista físico aerostático de que permaneciera en el aire,
aleteando.
O sea que las alas no le hacen volar. No, no empezamos bien. Es un mal
asunto para el tema que nos trae aunque antes de continuar, con su permiso, me
hago un “kit-kat de tebeo”.
Observen cómo en la parte derecha de la ilustración, el “agente de
movilidad volátil” con una de sus manos abierta detiene el tráfico, brazo izquierdo
alzado, mientras que en la otra porta una pequeña porra o cachiporra. Que no sé
por qué extraña asociación me ha recordado el arma favorita de Pedrín, el joven y golfillo ayudante de
Roberto Alcázar, intrépido
aventurero español.
Me refiero, si tienen ya una edad lo habrán cogido al vuelo, a la serie española
de historietas creada en 1940 y que llevaba por nombre Roberto Alcázar y Pedrín.
Creo que fue una de las más populares e influyentes de los años cuarenta del pasado
siglo XX, y la más longeva de la historia del cómic español. Un buen ejemplo, a
mi entender, de grafismo realista patrio. Fin del kit-kat.
Las alas no le hacen volar, no, pero es que tampoco se ve que lleve ningún artefacto
tipo hélice, que posibilite el movimiento que le permita estar dónde y cómo
está, suspendido en el aire. Habrá que imaginar que provenga de algún aparato
que el dibujo no muestra.
Lo que sí muestra el dibujo es cómo el agente puede dirigirse en una
dirección en concreto, gracias a una cola-timón que se asemeja en algo a la de ¿las
ardillas voladoras?
Los
aeroplanos
Admito que visto con los ojos de hoy día -con lo que las ciencias y las técnicas
han avanzado- y hasta cierto punto, enternece la visión de las figuras de los aviones,
más que nada por su aspecto anticuado.
Con esos vetustos diseños de alas y colas semejantes a los de los pájaros y
murciélagos. Ya. Pero es que a toro pasado, casi todo resulta siempre mucho más
fácil de realizar. De hecho a toro pasado todos sabemos torear. Vamos que somos
Manolete. Sí. Puede. Pero antes tiene que pasar el toro.
No debemos olvidar que estas máquinas voladoras están dibujadas en 1899 y
que los hermanos Wright no lograron volar
hasta 1903. Es decir que el señor Côté
los dibujó cuatro (4) años antes de que se supiese que se podía despegar y
volar, llevado por un aparato más pesado que el aire.
Le debió resultar ya extremadamente difícil pensar que se pudiese hacer de una
forma que no fuera siguiendo los diseños aerodinámicos de pájaros o murciélagos.
Sin embargo, ¿chocante, no les parece? Sin duda nuestro ilustrador fue un genial
visionario.
Por otro lado, viendo la ilustración en su conjunto, ¿qué pretendía el
guardia? ¿Qué se parasen los aviones en medio del aire, hasta que él les diera
paso? (Continuará)
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