lunes, 31 de julio de 2017

Moscas, sapos, hongos y drogas (y 2)

(Continuación) Una ventajosa circunstancia de indefensión que conocen muy bien los sapos, por lo que suelen merodear cerca de la Amanita muscaria y así devorar las moscas caídas a su alrededor. De ahí que a esta seta la llamen coloquialmente “matamoscas”. Normal.
No es que las mate directamente, no, pero estarán que ayudan lo suyo, sí.
Y como seguro se habrán dado cuenta, una vez más utilizo un término de manera simplista. En esta ocasión el de sapos, entendido como conjunto de especies que pertenecen a la clase de los anfibios, aunque sé que no la taxonomía pertinente no es tan simple, ni mucho menos. Nada que se le parezca, pero estas cosas me pasan.
Paradojas evolutivas
Pero el caso es que tras lo dicho, es evidente que estamos de nuevo ante un par de paradójicas incógnitas evolutivas. Vean si no.
Si las moscas al lamer el ácido iboténico de las setas, y como consecuencia de ser un potente neurotóxico, se convierten en un blanco fácil para los sapos, que las pueden cazar sin apenas hacer esfuerzo, ¿por qué lo hacen? ¿Quizás porque les gusta?
Bien, es posible que sea por eso, pero si es así, ¿qué las impulsa a ello desde el punto de vista evolutivo, si va contra su propia supervivencia como especie? Suena como antinatural, sin duda estamos ante un magnífico ejemplo de los peligros que, en general, acompañan al consumo animal no controlado de las drogas.
Por otra parte los sapos, ¿por qué se comen a las moscas drogadas? ¿Se alimentan de ellas o se drogan con ellas? ¿Lo hacen por su valor nutritivo o porque disfrutan del efecto de la droga que, previamente, ha consumido la mosca al chupar a la seta?
Porque es evidente que al comerse la mosca, junto a los nutrientes, el sapo ingiere los alcaloides activos de la seta. O sea lo que les decía al principio. Esto es una cadena de drogadictos, para la que el etnobotánico y etnomicólogo italiano Giorgio Samorini (1957) ya les adelanté tiene una hipótesis interpretativa.
La ingesta de drogas por parte del mundo animal, en su opinión, cumpliría cierta función evolutiva de las especies. El hecho de salir de sus zonas de confort comportamentales, les abriría las puertas biológicas a nuevas posibilidades adaptativas que, eso sí, tendría sus costes. Sabido es que nadie desayuna gratis en el Universo.
Otras cadenas de drogadictos
Una cadena de drogadictos que además no es la única en la que interviene la amanita muscaria, y de la que al releer lo escrito sobre ella tomo conciencia de haber cometido, quizás, una metedura de pata.
Resulta que en los mismos instantes que tecleo lo que ustedes están leyendo ahora, no tengo nada claro si es lo mismo un hongo que una seta. Como lo leen. Estas cosas también me pasan. Se trata de una duda cognitiva que, en cuanto la tenga aclarada, no tardaré en comunicársela.
Por último les decía que no es la única cadena de drogadictos, la de la mosca y el sapo, en la que está presente la ¿seta/hongo? amanita. Y es cierto. Un amable colaborador me ha puesto en la pista de otra, en la que intervienen el reno y el hombre.
No, no se trata de un error tipográfico. A la primera de cambio me pongo con ella.



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