En todos esos jardines la mitad de los Adanes y Evas no comerán del fruto del conocimiento y la otra mitad lo hará; de esta manera un infinito número de mundos caerá en desgracia y habrá un infinito número de crucifixiones.
De aquí puede haber un único Jesús que irá de mundo en mundo o un infinito número de Jesús. Si hay un solo Jesús la visita a un número infinito de mundos tomará una infinita cantidad de tiempo, de este modo debe haber un infinito número de Jesucristo creados por Dios”.
Algo que coincidirán conmigo, parece estar bien pensado en términos de pura lógica. Pero claro, es que nadie está en condiciones de decir que el universo tenga que ser lógico.
Contact
Pero no, no está mal razonado. De hecho fue utilizado cuatrocientos años después en el diálogo de una película, que ya ha venido a estos predios. Me refiero a Contact.
Dirigida en 1997 por el cineasta Robert Zemeckis (1952) y protagonizada por la actriz y directora de cine Jodie Foster (1962), está basada en la novela homónima de 1985 de su mentor, el astrónomo y divulgador estadounidense Carl Sagan (1934-1996).
En ella su protagonista, la doctora Ellie Arroway, ante un ¿Hay alguien ahí fuera?, responde: “Os diré una cosa. El universo es un lugar muy, muy grande. Mucho más grande de lo que nadie haya podido imaginar. Y, si no hubiera nadie más ahí fuera… ¡Cuánto espacio desperdiciado!”
¿Les suena?
Por cierto se trata de una película que habla sobre el contacto con extraterrestres, pero sin mostrarnos cómo son. De lo que no parecer tener ninguna duda nuestra doctora es de su superior inteligencia.
¿Más inteligente? Bien, por qué no. Pero eso no implica, necesariamente y por desgracia, que sean mejores. Así que precaución.
Y volviendo a nuestro hombre, para ir ya acabando las entradas científico-panteistas de la edad modernas.
Giordano Bruno fue quemado vivo en la hoguera. Vino a ser una especie de escarmiento público, que tuvo su influencia sobre el posterior comportamiento académico del gran Galileo Galilei, tan solo unos años después.
Sí, treinta y tres (33) años después, el pisano optó por callar su verdad científica ante el tribunal eclesiástico. A veces un silencio a tiempo puede significar ganar una batalla. La de la vida, por ejemplo. Que no es poco.
Y es que la quemada sombra de Bruno, a comienzos del siglo XVII y para lo malo, se mostraba aún alargada. Y lo que se alargaría después pero, eso sí, para bien.
Con el paso del tiempo el reconocimiento hacia su figura fue considerable, particularmente en el siglo XIX y principios del XX.
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