Todo (o casi todo) el mundo sabe que existe un 'caso Galileo' en el mundo de las ciencias.
Uno que nos pone sobre aviso, acerca de la importancia que tiene para su vigencia, cualquier dedicación intelectual (todas o casi todas) y el contexto social y cultural en el que se desarrolla (casi todos o todos).
Sobre aviso digo, porque no siempre la primera llega en el momento más adecuado y oportuno para el segundo.
Por otro lado, sabido es que ningún conocimiento le resulta ajeno al hombre, ninguno. Por ejemplo el caso del saber astronómico que hoy nos ocupa, por simple cuestión de fechas.
Bueno, pues ya están asentadas las bases. Lo demás se lo puede imaginar. El hombre es nada menos que Galileo Galilei, que además tenía un intelecto muy superior a la media humana. O sea.
Muy superior porque, no en vano, fue quien dijo que era la Tierra, el planeta, el que se movía y no el Sol, el astro. O sea no. El mundo al revés.
Algo no solo difícil de entender por la propia experiencia diaria de cada uno, que vemos “salir el Sol”. Sino de aceptar por propia creencia religiosa, cuando en la misma Biblia podemos leer aquello de: “Y el Sol se detuvo, y se paró la Luna”.
No. Era evidente que el físico debía de estar equivocado.
Si según él, era el astro el que no se movía, ¿cómo es que entonces se iba a parar?, que es lo que está escrito en el libro sagrado ¿O acaso está equivocada la Biblia?
Un feo asunto se mire por donde se mire.
Por este motivo entre otros, el 24 de febrero de 1616, un día como hoy de hace cuatrocientos (400) años, se reunía una comisión formada por once (11) teólogos que, días después, ordenaba al cardenal Belarmino amonestar al pisano Galileo Galilei (1564-1642).
Le instaba para que “se abstuviera de enseñar, defender o incluso discutir el copernicanismo”. Ya me entienden, una especie de "cuidadín" con lo que vamos diciendo por ahí.
Una seria advertencia para los tiempos que corrían, que nadie en sus cabales ignoraría. Como no lo hizo nuestro hombre, que se comportó como se esperaba.
Como se esperaba hasta que...
Pero eso es ya otra historia que merece ser contada en otro momento. Hoy nos quedaremos sólo con la amonestación.
Bueno si acaso les añado un cotilleo.
Por aquella época, el tal Belarmino, estaba encargado de defender la fe y la doctrina católica, durante y después de la Reforma Protestante. Y para que se hagan una idea de cómo se las gastaba el hombre, sólo les diré que era conocido como "el martillo de los herejes". Usted mismo.
Pues bien, él fue el encargado de dirigir los procesos inquisitoriales contra Giordano Bruno y Galileo Galilei, entre muchos otros disidentes. Sí, Bruno, nuestro único científico panteísta moderno de hace unos días.
Belarmino fue el cardenal que, en 1598 dirigió el proceso de la Inquisición contra el nolano, por algunas de sus ideas heterodoxas.
Recuerden su negativa a retractarse de que Cristo no era Dios o que el diablo tendría salvación.
O aquellas otras más científicas, relacionadas con la idea de múltiples sistemas solares y la infinitud de un universo habitado. Una negativa que como sabe le hizo morir quemado en la hoguera.
Y Belarmino fue también quien ordenó que la Inquisición realizase una investigación discreta sobre Galileo en el verano de 1611.
Más tarde, él mismo, le haría firmar para que no expusiera su verdad como teoría, sino sólo como hipótesis, argumentando que las pruebas no eran concluyentes.
El diablo está en los detalles.
miércoles, 24 de febrero de 2016
“Caso Galileo”
Suscribirse a:
Enviar comentarios
(
Atom
)
1 comentario :
Somos estudiantes de física y nos gustaría leer algo más sobre el caso galileo y la relación ciencia creencia. Buen blog.
Publicar un comentario