domingo, 28 de febrero de 2016

A propósito de la charla “Ciencias, leyendas y Sevilla” (y 2)


(Continuación) Justo en el extremo del puente de la calle Arjona. Sí. Las Naves de Barranco. Ellas son creación del gabacho. Pero esa es otra historia que puede ser leída en otro momento.

Porque allí, sin abandonar el puente, les hablé de los candados del amor. Ya saben.

Esa leyenda envuelta dentro de una novela, que devino en moda erasmus, con un sobrevenido de contaminación química y algún que otro problema de estática mecánica.

Como anteriormente, por si les interesa el tema y quieren saber más de los entresijos de ambas leyendas, pulsen aquí.

Pero un servidor de ustedes se marcha a otros menesteres relacionados con un hombre extraordinario, con un Hacedor de la Ciencia.

Con un premio nobel que visitó Sevilla en 1948; con unas leyendas que circulan sobre él y su vida; y con la respuesta del pueblo sevillano ante el descubridor de la penicilina y, sobre todo, la de una buena parte de trabajadoras de la ciudad.

4. Fleming, Churchill, Sevilla y las prostitutas
Perdonen, pero es de lo que les hablé. Y si se fijan el título lo compendia la perfección.

Empezando por esa doble leyenda que cuenta cómo el científico le salvó la vida, y por dos veces, al político.

La primera de morir ahogado, siendo los dos pequeños. Y la segunda de hacerlo de pulmonía, siendo ya adultos. Y resulta que no. El valor de la pruebas dice que ambas son falsas de toda de falsedad. Y en su demostración aporté dos pruebas documentales y otras dos cronológicas.

De modo que todo queda en una historia de talante ejemplarizante, que tan bien quedan para ser contadas. Un aserto bonista, vamos.

Esa es la verdad de la legendaria mentira. Y la verdad es lo único que existe. La mentira es lo que se inventa.

Pero también hablamos de algunos sucedidos del nobel en Sevilla. Entre ellos la singular presencia de prostitutas en las apariciones públicas de Fleming, y en las que les manifestaban su agradecimiento con gritos y pancartas.

Claro que también le rezaban en sus lugares de trabajo, repartidos por media Sevilla.

Han de saber que tenían enmarcada una fotografía del científico escocés y colgada en lugar preferente junto a las de José Antonio, Franco y una ilustración del Sagrado Corazón de Jesús. Sí, han leído bien.

No me pregunten, que no sé mucho más. Pero buena parte de culpa tuvo en todo eso, un empresario sevillano, el señor Agapito Calvo.

Si desean informarse algo más, pulsen aquí.

5. Los delfines del amor en Sevilla y los Machado
Sí, volvemos al río para el último de los sucedidos que me pareció oportuno llevar a la charla de la semana pasada. 

Les uní a los Machado con unos cetáceos que, a principio de los años setenta del siglo XIX, llegaron hasta la misma Torre del Oro a modo de Cupido y sus flechas. Fue un acontecimiento social, histórico, literario y, naturalmente, fundamental en nuestra historia.

Además se da la coincidencia de un par de reconocimientos de la ciudad, relativamente recientes, a algunos de los protagonistas de la fluvial historia.

No me digan que no tiene su punto el nexo que les he traído. Pero no les canso, que el undécimo es no molestar. Ya saben, si desean informarse, pulsen aquí. Mientras...

“Fue una tarde de sol que yo he creído o he soñado recordar alguna vez.”










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