viernes, 26 de febrero de 2016

A propósito de la charla “Ciencias, leyendas y Sevilla” (1)

Atendiendo una petición, les resumo la manita de sucedidos a los que hice referencia. Por orden de exposición fueron éstos.

1. El matador de toros que se consideraba investigador científico
Con semejante título llamé al episodio que protagonizaron hace treinta y tres (33) años, en el Hotel Alfonso XIII de nuestra ciudad, un científico y un matador de toros. Como lo leen.

El científico era nada menos que Severo Ochoa, Premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1959. El matador de toros, Manolo Vázquez del sevillano barrio de San Bernardo.

Y el sucedido, una charla que mantuvieron en dicho establecimiento, y en la que el artista le dijo al científico lo que les adelantaba. Que a su entender, era un investigador como él.

¿Cómo se quedan? Por si quieren saber más de los entresijos de la conversación, pulsen aquí.

Por cierto, alguien del público tuvo a manifestar que unos días antes había fallecido Remedios Gago, viuda que fue del diestro e hija de Andrés Gago, apoderado de toreros. Una luctuosa coincidencia.

Y del hotel nos fuimos no muy lejos, a los Reales Alcázares. Cambiamos además de arte y de ciencia: tauromaquia y bioquímica por ajedrez y guerra. Y nos mudamos de siglo, retrocedimos al siglo XI.

2. La partida de ajedrez en los Reales Alcázares
Les conté lo que de cierto y falso, arte y ciencia, hay en la leyenda de Al-Mutamid y el rey Alfonso VI. Lo que de bélico y ajedrecístico hubo en el conocido desafío moro. Y de cómo acabaron las cosas con el cristiano.

Hasta Blas Infante consideró oportuno escribir sobre el asunto. No les digo más.

Por supuesto que puesto a contar, salió a la palestra la leyenda del ajedrez y los granos de trigo. Ya saben unos números astronómicos e inimaginables y unas cantidades casi incalculables en aquella época.

En aquella época, porque hoy ya no es así.

Cualquier estudiante de bachiller, tirando de las progresiones geométricas, te hace las cuentas en un pispás. Basta con calcular la suma de una sucesión cuyo primer término es uno (1), su razón dos (2) y el número de términos sesenta y cuatro (64), justo los escaques del tablero.

Y he de confesarles, llámenlo deformación profesional, que incluso ilustré esos incomprensibles números con algunos ejemplos físicos y cósmicos. Ah, y además calculamos qué tiempo habrían tardado en contar semejante cantidad de granos. Toda una vida.

Bueno, bastante más y de bastante gente. Vamos que no lo contaron.

Por si les interesa el tema y quieren saber más de los entresijos de ambas leyendas, pulsen aquí. Si no es el caso, y prefieren por ahora seguir conmigo, prepárense porque les llevo de paseo al rio.

Al rio Guadalquivir, al rio Grande, ¿cuál si no?

3. ¿Construyó Gustave Eiffel, el puente de Triana?
Y natural, nada es gratis en esta vida, nada más llegar les pongo sobre el tapete la cuestión que intitula el apartado: “¿Construyó Gustave Eiffel, el puente de Triana?”

Pues si ambages ahí va la respuesta: no. No de todos los noes.

A pesar de ser una idea relativamente extendida, el puente de Isabel II no es del señor Eiffel.

Eso es lo que afirmé ante la sorpresa de algún que otro sorprendido asistente. Lo afirmé y como no puede ser de otra forma, uno tiene educación científica, lo demostré.

Para ello aporté pruebas documentales e imposibilidades temporales. Quedaron convencidos.

Pero que el puente no fuera suyo, no significa que en Sevilla no haya alguna edificación del francés. La hay y además no hay que ir muy lejos para encontrarla, pues está en la otra orilla del rio. (Continuará)




1 comentario :

una seguidora sevillana dijo...

Gracias.