(Continuación) Al muy taimado le basta
con plantearlos pues es muy consciente de la imposibilidad de alcanzar alguna
verdad absoluta. Es más, está convencido de que la penúltima palabra en esta
cuestión pertenece al campo de las credulidades y creencias, si no de qué ese
su socorrido “eso es lo que usted cree”.
O sea.
Acerca de la verdad
No obstante, más adelante, el poeta nos
ofrece una diferencia entre “la verdad de razón” y “la verdad de hecho”. Lo
hace a partir del conocido principio que nos dice que toda regla tiene su
excepción, y con él realiza un ejercicio de sofística para terminar proponiendo un dislate: “Continuar por razonamientos encadenados,
hasta alcanzar el vórtice de la estupidez”.
De nuevo Mairena hace referencia a la verdad, al explicar que un filósofo
nunca renegaría de ella si la oyera de labios de su porquero, porque en eso
consiste el privilegio de los grandes filósofos, sin embargo, avisado como está
por la vida, afirma: “la mayoría de los
hombres preferirá, a la verdad vulgarizada..., la mentira ingeniosa o la
tontería sutil”. O sea que.
Ni que decir tiene que por definición la
verdad es la del rey Agamenón, y lo
es no ya porque la diga él, sino porque seguiría siéndolo aunque fuera el señor
porquero quien la dijese. Pero claro, es un buen subdito leal, si bien ignorante
e iletrado aunque lo suficientemente suspicaz como para que le chirríe la
unívoca y taxativa declaración del desconocido. De modo que emite su “No me convence”.
Así que es muy probable que el hombre
porquero diga la verdad que calla el hombre rey, pero siempre será la verdad de
un hombre que trabaja rodeado de los excrementos de los puercos y no la del hombre
cultivado que ganaba batallas y gobernaba pueblos.
O sea que también en la verdad hay categorías,
clases y grados, si bien nuestro Mairena se pone nuevamente de perfil y se cura
en salud, cuando nos lega otra de sus sentencias: “Por mucho que un hombre valga, nunca tendrá valor más alto que el de
ser hombre”. O sea que sí.
Del sabio desconocido y del monarca
Los comentarios de Agamenón (“Conforme”) y del porquero (“No me convence”), al hablar por propia
voz contextualizan de manera evidente que una tercera persona, que no es Juan de Mairena, es la que pronuncia la
afirmación del ‘Initium’: “La verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero”.
Por cierto, antes de que se me olvide, permítame que me atreva a recomendarle la lectura
del libro Juan de Mairena de Antonio Machado. Sáquelo de la biblioteca
pública, cómprelo o, mejor aún, pídalo como regalo para la próxima celebración
porque poseerlo merece la pena. Se lo aseguro. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar
en el blog] las palabras en negrilla
y cursiva, si desean ampliar
información sobre ellas.
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