(Continuación). Al fin y al cabo, la historia de la ciencia como la de todas las ideas humanas, es una historia de sueños irresponsables, de obstinaciones y errores; aunque, eso sí, la ciencia también es una de las pocas actividades humanas, ¿la única?, en la que los errores son criticados sistemáticamente y muy a menudo, con el tiempo, corregidos.
Lo que resulta ser un comportamiento
humano bastante inusual, ¡cómo me gusta la ciencia! Sí, lo sé, y no se me escapa
la goyesca “el sueño de la razón produce monstruos”, de modo que voy con ello.
El sueño de un genio
Y coincido con usted si
es que va por ahí. Ese vínculo con el uróboros, ya sabe -el círculo corpóreo
que representa la naturaleza cíclica de las cosas o aquello del eterno retorno
y otros conceptos percibidos como ciclos que comienzan de nuevo en cuanto
concluyen-, como que me resulta sospechosamente ocurrente.
Por experiencia, y la mía es ya una edad a considerar, sé que nadie tiene tal punto de ocurrencia de manera espontánea, sin preparación previa y deseos de epatar, pero es solo mi opinión y qué sabré yo se preguntará usted no falto de razón.
Aunque no es menos
cierto que la bondad de la historia empieza a resquebrajarse nada más que
investiguemos algo y empieza a notarse el peso de las pruebas, por ejemplo, y
sin ir más lejos, las que proceden, paradójicamente, de la propia documentación
del químico.
La misma que nos
muestra, sin la menor duda, cual fue el verdadero proceso seguido en el descubrimiento,
así que marchando una de análisis científico, qué si no.
Una revisión bibliográfica
Un paso imprescindible que nos lleva a la idea de que quizás otros colegas hubieran rondado esa misma idea o una muy parecida, así que, sin ánimo de ser exhaustivo, propósito alguno de agotar el tema y ninguna intención de ser excluyente, le expongo algunos ejemplos.
Once años antes de aparecer
el artículo de Kekulé de 1865, el químico francés August Laurent (1807-1853)
publicaba un artículo en la revista París Methode de Chemie, 1854, con
una ilustración del cloruro de bencilo (C6H5CH2Cl)
que claramente muestra los átomos de carbono dispuestos en un anillo.
Y en 1858 el escocés Archibald
Scott Couper (1831-1892) sugería posibles estructuras con enlaces múltiples
y formas de anillo, coincidentes en fechas con la de Kekulé. Sin olvidarnos
finalmente que en 1861, el profesor austríaco Joseph Loschmidt (1821-1895)
escribió un pequeño libro Chemische Studien. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.




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