(Continuación) Y de don Santiago poco que decir que no esté dicho, citado frecuentemente como “padre de la neurociencia”, destacó por su estudio de las células nerviosas o neuronas de las que describió por primera vez su morfología y procesos conectivos (sinapsis).
El siguiente encartelado es otro de los nombres
imprescindibles en el desarrollo y aplicación de las vacunas desde el siglo
XVIII, el médico inglés Edward Jenner (1749-1823), hijo de un reverendo que
descubrió la vacuna para combatir la viruela en humanos.
A partir de experiencias anteriores, fue el primero en
aplicarla de forma sistemática basándose en la inoculación del virus de la
viruela bovina, una versión menos grave de la enfermedad. Como seguro sabe,
hizo su descubrimiento a raíz de observar que las ordeñadoras que padecían por
contacto la versión bovina de la enfermedad, eran luego inmunes a la variante
humana.
Considerado como ‘padre de la inmunología’, el reconocimiento popular le llegó cuando Napoleón dio la orden en 1805 de vacunar a todo el ejército. En la actualidad se estima que “su trabajo ha salvado más vidas que el trabajo de cualquier otro hombre”.
Y tras él, ya en la esquina de la fachada, una nueva
puerta similar a la de DESINFECCIÓN de la calle Salesianos, solo que ésta lleva
en el dintel el rótulo de VACUNACIÓN, acción y efecto de administrar una
vacuna o preparación destinada a generar inmunidad adquirida contra una
enfermedad, mediante la estimulación de la producción de anticuerpos.
Calle Doctor Relimpio. Nada más doblar la esquina y enfilar esta
calle hacia Arroyo, nos encontramos con un científico que le sonará de la
química bachillera, el francés Antoine Lavoisier (1743-1794) químico y
biólogo, recuerde otro de los “padres” de la química moderna. Por si no cae
ahora, poner negro sobre blanco su ingente aportación científica.
Aparte de su conocida “Ley de conservación de la materia”, en puridad “Ley Lomonósov-Lavoisier”, trabajó en otros campos como la respiración animal, la fotosíntesis o la oxidación de los cuerpos. Ah, con sólo 21 años presentó un proyecto para iluminar las calles de París.
En lo personal diré de él que, salvo error por mi parte, es
el más antiguo de los científicos que aparecen en las fachadas del edificio y,
quizás, el que más joven murió al ser guillotinado en 1794, cinco años después
de la Revolución Francesa.
Un sucedido de lo más aciago si nos atenemos a las
palabras del italiano Lagrange tras la ejecución: ‘Sólo un instante para
cortar esa cabeza. Puede que cien años no basten para darnos otra igual’.
Pues sí. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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