(Continuación) Esta hipótesis fue publicada en la revista estadounidense New Scientist, Abril 1999, por el investigador Richard Roberts del Genetics and Prenatal Diagnostic Center en Signal Mountain, Tennessee.
3. Bostezo,
sexualidad y macacos
Según The Mystery of Yawning in Physiology and Disease, “El misterio del bostezo en la fisiología y la enfermedad”, publicado por el investigador francés Olivier Walusinski existen vínculos entre el bostezo y la sexualidad.
Es lo que se deprende de un estudio realizado con monos macacos, cuyo macho dominante bosteza antes y después de aparearse con una hembra, un comportamiento que parece estar condicionado por la testosterona, la hormona sexual masculina, una esteroidea del grupo andrógeno de la que le ahorro el suplicio de leer su nombre IUPAC, pero le doy su fórmula: C19H28O2.
No solo los bostezos comparten algunos paralelismos con el sexo (existe una excitante hipótesis que vincula el número de bostezos con el de erecciones, lo dejo ahí), también otras funciones corporales como los cambios en las expresiones faciales y los estornudos lo hacen.
Y en todos ellos el cerebro libera los mismos compuestos
químicos, lo que parece sugerir
la existencia de una maquinaria neurológica compartida que subyace en estas
diferentes sensaciones. Pero no hay nada concluyente.
4. Aporte extra de oxígeno
Esta otra hipótesis apunta a una nueva función fisiológica
del bostezo relacionada con el aumento del suministro de oxígeno (O2)
al organismo, cuando el cerebro detecta una deficiente oxigenación en sangre por exceso de dióxido de carbono (CO2).
Un acto reflejo que provocaría una involuntaria y forzada inspiración que expandiría los pulmones, abriendo las vías aéreas hasta los alveolos, espacio pulmonar donde se produce el intercambio de oxígeno (O2). Un aporte de gran cantidad de aire que, de golpe, ayudaría a restablecer esos niveles.
Una hipótesis que sin embargo carece de pruebas empíricas,
que parecen más bien apuntar a una relación del bostezo con el hipotálamo,
región (en rojo) del cerebro encargada de regular funciones básicas como el
hambre, el sueño, el sexo o la temperatura.
Y que está asociada con la dopamina u hormona
del placer -un neurotransmisor de nombre IUPAC 4-(2-etilamina)benceno-1,2-diol y fórmula
molecular C8H11NO2,
es decir una feniletilamina-, que vamos perdiendo al envejecer y explicaría por
qué con los años bostezamos menos, dormimos menos, bueno, menos de todo ya sabe.
(Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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