(Continuación) No se lo había puesto negro sobre blanco, pero ha de saber que, aunque no seamos conscientes, llegamos a bostezar hasta veinte (20) veces al día, incluso hay situaciones en las que más.
Un acto reflejo involuntario que nos hace respirar de manera lenta y profunda, activando nuestro cuerpo, y del que apenas sabemos nada sobre su “por y para qué lo hacemos”, y eso que no son pocas las investigaciones abiertas. Pues a pesar de ellas, aún no se ha alcanzado una respuesta o respuestas definitivas.
Sorprende
que hayamos podido hollar la Luna en más de una ocasión
y sin embargo, sigamos sin entender qué función tiene el bostezo, pero es lo que
hay, estas cosas pasan. Veamos en cualquier caso algunas de ellas.
1. Lémures, ansiedad, stress y cortisol
Sabemos que los bostezos no son exclusivos de los seres humanos, otras muchas especies animales bostezan y entre ellas los lémures, sobre los que un equipo de expertos en comportamiento cognitivo en primates de la Universidad de Pisa publicó hace tiempo un trabajo.
En su opinión estos pequeños animales salvajes de Madagascar
abren la boca al descubrir una amenaza, al sentirse en peligro o, también, después de haber evitado a un depredador; de ahí que este acto se
haya asociado con la ansiedad, los niveles de atención y el estrés.
Está probado que bostezar incrementa temporalmente los
niveles de cortisol que, desde el punto de vista químico, perdone
el apunte, tiene de nombre sistemático (11β)-11,17,21-trihydroxypregn-4-ene-3,20-dione
y de fórmula empírica C21H30O5.
Y desde el bioquímico es una hormona esteroidea producida por la glándula suprarrenal que hace que el animal esté, en principio, más alerta y en mejores condiciones para escapar de sus depredadores y después le reduce sus niveles de estrés. Un comportamiento, el de los lémures, no muy diferente al de los humanos, por ejemplo, el caso de los atletas que bostezan frecuentemente antes de una prueba.
2. Recuerdo de nuestra etapa intrauterina
Es decir, de cuando aún no habíamos nacido, una especie
de reflejo vestigial que
conservamos de los tiempos en los que estábamos en el seno materno. De esos primeros
bostezos con los que, como embriones, expulsábamos parte del líquido
amniótico del interior de nuestros conductos respiratorios y digestivos, para
así mantenerlos limpios.
Un acto que empezamos a realizar a partir de ciertas
etapas del desarrollo y marcan nuestro grado de madurez como fetos. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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