jueves, 7 de junio de 2018

Rotondas, esas trampas desconocidas (1)

Hace un par de fines de semana o dos, y mientras comíamos en el paseo marítimo envueltos por la luz y la brisa de la playa roteña, surgió en la conversación de sobremesa el tema de la vuelta a casa, ya saben generalidades del tipo ¿a qué hora salís?, ¿por dónde tiráis?, ¿cuánto tardáis? Y cosas así.
Vaya por delante que de la mayoría de personas que conozco y conducen, pienso y me consta que son unos buenos conductores, vamos normales, prudentes, cuidadosos y con pocos accidentes a lo largo de bastantes años de conducción, muchos de ellos. Sin embargo, siempre hay un pero en cualquier cesta de la vida, esto no quita para que en el conjunto nacional de conductores haya un grupo relativamente importante en el que este hecho no se dé, quiero decir que no sean tan buenos al volante. Y esto por diversas causas. Bien por llevar exceso de velocidad, conducir bebidos o drogados, adelantar cuando no deben o, de esto es de lo que les escribo hoy, por no tener muy claro qué hacer en una determinada situación vial. En concreto cómo conducir en una rotonda o glorieta.
Les supongo al tanto de las mismas. Me refiero a esos espacios más o menos circulares con una isleta central en la que confluyen varios viales, y que de un tiempo a esta parte nos han invadido en principio para nuestro bien. Es lo que se dice un buen invento cargado de buenas intenciones para el tráfico, claro que de buenas intenciones el infierno está empedrado.
Pensadas para distribuir el tráfico en las intersecciones y con gran variedad de diseños -que me conste las hay normales, mini rotondas, rotondas dobles, turbo rotondas, unas que viene pegando muy fuerte y, por supuesto, las numerosas variantes de estos tipos como la rotonda con semáforos, la intersección anular o la glorieta a distinto nivel-, con ellas les decía, se trata de evitar no sólo las enojosas esperas en los semáforos o preferencias de pasos, sino posibles y peligrosos choques o accidentes. Unos objetivos de lo más deseables que por desgracia no siempre se alcanzan, unas veces por las características de la propia rotonda (tamaño, ubicación, diseño) y otras porque los conductores no siempre respetan las normas de circulación de estas construcciones viales.
Unas rotondas que han pasado a ser un más que abundante elemento articulador, se habla de miles en todo el país, de lo que se conoce como territorio y vías de comunicación, con la exclusiva misión de mejorar el tráfico y velar por nuestra seguridad.(Continuará)
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