martes, 20 de septiembre de 2016

‘Villa Diodati’, factoría del terror (2)

(Continuación) En honor a la verdad no se puede decir que las aportaciones literarias de ese verano de hace ahora doscientos años, tanto de Shelley como de Byron, hayan dejado una huella indeleble y un recuerdo imborrable en la historia del hombre.

El Vampiro y Frankenstein
Lo que no se puede decir de lo escrito por la segunda pareja, Mary y Polidori, aunque con ciertas matizaciones y diferencias entre ellos.

Para el joven y acomplejado doctor, el legado literario de Villa Diodati vendrá dado por su creación más famosa, El vampiro.

Una pequeña novela no muy destacable en lo literario, cuyo mayor mérito fue el de convertirse con el paso del tiempo, en modelo para el Drácula (1897) de Bram Stoker.

No olvidemos que en muchas de esas veladas estivales se narraban historias de fantasmas y leyendas de vampiros, escuchadas en sus viajes a través de los Balcanes, y se discutía sobre “la naturaleza del principio vital”.

Un principio de la vida sui generis, como ya se pueden imaginar, pues estamos a comienzos del siglo XIX.

Probablemente pensaran en un fluido (líquido) apenas perceptible que, al recorrer un cuerpo inanimado, le diera la vida de manera (casi) divina. Un fluido que para algunos se encontraba diluido en la misma sangre.

Lo que tiene su razón de ser en este entramado creador.

No olvidemos que ésta es el denominador común de los dos mitos modernos del terror y la supervivencia sanguínea de sus monstruos. El de Frankenstein, introduciéndola en sus venas, y el de Drácula al extraerla de un ser vivo.

Y ya que vamos de coincidencia, ¿cómo no resaltar que ambos nacieron en la misma casa y durante el mismo verano? ¿No les parece un nexo extraordinario?

Claro que si hablamos de extraordinario, nada como la sangre.

De la roja sangre
Ese líquido de color rojo en los vertebrados, que impulsa el corazón y circula por los vasos sanguíneos (capilares, venas y arterias) de los animales, transportando oxígeno O2 (g), alimentos y productos de desecho.

Un tejido conectivo, tipo conjuntivo especializado, cuyo característico color se debe a la presencia de la hemoglobina, un pigmento rojo contenido en los hematíes (glóbulos rojos) y cuyo doble cometido es el de transportar de un lado a otro.

De uno capta el oxígeno O2 (g) de los alveolos pulmonares y lo pone en contacto con los tejidos. Y del otro toma el dióxido de carbono CO2 (g) de éstos y lo transporta de nuevo a los pulmones para expulsarlo.

Pero claro, vuelvo a los monstruos, puestos a comparar, para monstruo, monstruo, lo que se dice monstruo, nadie como Frankenstein.

Para monstruo, Frankenstein
Quien sí dejó bastante más que huella y recuerdo fue la novela que con el tiempo terminó escribiendo Mary Shelley, una que le proporcionó fama mundial como pionera del género de terror.

Su título, Frankenstein o el moderno Prometeo. (Continuará)




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