Se trata de un ácido nucleico que desde los años 80 es posible extraer, reproducir y caracterizar con bastante facilidad.
Lo es aunque la muestra a la que tengamos acceso sea muy, muy, pequeña. En este caso se cumple la zarzuelera frase de que las ciencias y las técnicas adelantan que es una barbaridad. Y es verdad.
No importa la cantidad les decía si, ahora les matizo, disponemos de la técnica adecuada. Una como la de la Reacción en Cadena de la Polimerasa (PCR), que nos permite multiplicar los datos hasta obtener información suficiente.
En teoría le basta partir de un solo y mínimo fragmento original de ADN, para obtener un gran número de copias de dicho fragmento. Toda una revolución en la investigación biológica y médica, que le hizo acreedor al Premio Nobel de Química de 1993.
Y del nuclear al mitocondrial.
ADN mitocondrial
Es la otra reserva de genes. El ADN mitocondrial se encuentra alojado, sólo, en unos orgánulos de las células llamados mitocondrias (no en su núcleo), y se encargan de producir la energía para la célula. Es un tipo de ADN que se puede encontrar en diferentes partes de nuestro organismo.
En huesos, los largos como el fémur son mejores que los porosos como la pelvis o el cráneo. En dientes, la dentadura se nos muestra como una de las mejores fuentes, dada su robustez y resistencia al deterioro del tiempo. En la raíz de un cabello, etcétera.
La única exigencia que han de presentar todos estos posibles materiales de extracción, es la de encontrarse en buen estado de conservación. Quiero decir: libre de un exceso humedad o demasiado calor, sin contaminación con otros genes, sin haber sido quemado,....
Y presenta una singularidad, este ADN mitocondrial. Sólo lo recibimos por vía materna, como no podía ser de otra forma. Verán por qué les digo esto.
Resulta que los espermatozoides tienen mitocondrias en el flagelo o cola, pero no en la cabeza. Y como en la fecundación, sólo la cabeza del espermatozoide es la que penetra en el óvulo, mientras que el flagelo se separa y cae, estará conmigo que es del todo imposible que el embrión reciba ADN mitocondrial del padre.
Ergo el embrión, ya que los óvulos sí tienen mitocondrias, sólo recibe ADN mitocondrial de la madre. Así que es un análisis del ADN mitocondrial, el que se debe elegir cuando lo que se quiere es verificar un parentesco por vía materna.
Por poner un ejemplo, si analizamos el ADN mitocondrial de dos supuestos hermanos (sin distinción de sexo), podremos concluir si comparten la misma línea materna. También, por supuesto, es muy útil para identificar lazos materno-filiales.
Incluso se puede utilizar para verificar parentescos más alejados, siempre que sean por vía materna, y en algunos casos, también puede utilizarse en las pruebas entre abuelas y nietos.
Pero en todos los casos, para establecer el parentesco, siempre nos hará falta otro ADN con el que cotejarlo, un modelo comparativo.
Como ya dijo alguien, con el ADN hemos topado, o algo así. Perdonen ahora el remedo cervantino, sirva para compensar el anterior shakesperiano.
Y ya que estamos un poco sabiondos, recordando tiempos bachilleres, aprovecho para dejarles un par de apuntes.
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