Un asunto de calendarios, fruto de un baile de lunas. Un error astronómico que las ciencias del espacio aclararon. Desde entonces sabemos que ninguno murió ese día, me refiero al 23 de abril de 1616, Día Internacional del libro.
Y es que hay mucha ciencia asociada a Cervantes, siendo buena prueba de lo que les digo, este botón de muestra que les traigo. No hace ni un par de meses que, de nuevo, volvía a aflorar un vínculo científico con el literato español.
Una relación que por las fechas transcurridas, resulta evidente, no he querido plasmarles en este negro sobre blanco. Pero, ahora que me doy cuenta, discúlpenme.
Creo que aún no les he dicho de qué se trata, aunque seguro estoy que han caído en ello.
De “no decir ni mu”...
Ya saben de los esfuerzos científicos, técnicos y económicos desplegados para dar, en el madrileño convento de las Trinitarias, con los rastros óseos de Miguel de Cervantes. Ése es el polvoriento asunto forense-cervantino, por el que he dejado pasar el tiempo “sin decirles ni mu”.Que no solo es lo mismo que no decir nada -abro paréntesis, aunque alguien pudiera pensarlo, no tiene nada que ver con un mugido, muu muu, ya saben la voz del ganado vacuno-, sino que incluso es más que no decir.
Ni mu es, sencillamente, lo menos que se puede decir.
Por lo que me cuenta un profesional de la cosa, bueno amigo y muy sabedor de muchas cosas, “mu”, se puede pronunciar incluso con la boca cerrada. Es más. Se trata de un sonido elemental que hasta los bebés saben pronunciar.
De hecho hasta los mudos pueden decir mu. Qué me dicen.
Bueno pues sobre este asunto, me refiero claro al de los restos del señor Cervantes, quien escribe, o sea un servidor de ustedes, se había mantenido en silencio absoluto. Es decir no había dicho ni mu.
Y lo había hecho por la simple razón, de que no acababa de comprenderlo bien. Había algo en todo él, que no me terminaba de encajar del todo. No sé si me explico y ustedes me entienden.
Pero lo cierto es que no alcanzaba a comprender, ni el fondo ni la forma de la susodicha investigación.
De un lado ignoraba la razón y necesidad (me refiero las reales) de la exhumación de los huesos del autor del Quijote. Total. Si ya se sabía que estaban ahí, dónde él quería además ¿Qué necesidad había?, con la de necesidades que hay que atender.
Y de otro me sorprendió la parafernalia que acompañó a la puesta en escena de la misma. Algo la verdad, con poco rigor científico. Bueno, pues de no decir ni mu...
...a hablar en la radio y enrocarlo además
Sin embargo, ya lo ven, ahora estoy empezando a escribir sobre el vínculo entre la ciencia forense y los restos de Cervantes. Pero no porque haya llenado esas lagunas de conocimiento de más arriba. Qué va, ni mucho menos. Qué más quisiera.Resulta que el tema surgió en el pasado programa semanal Cita con la Ciencia, que ya saben es una sección de la que soy responsable, y forma parte del programa Desde San Juan, un magazine dirigido por Sara Zurita en Radio Guadalquivir 107,5 MHz de Sevilla.
Bueno pues en este pasado jueves, último de abril, di a modo de respuesta, parte de lo que ahora les escribo. Así que de no decir ni mu, a intentar salir del paso radiofónicamente hablando, primero, e intentar reconstruir la investigación forense, después.
Si les digo la verdad, no sé cómo va a acabar esto. Lo digo por lo de los polvos, los lodos y la relación causa-efecto.
Pero al igual que el asunto calendario del cambio de fechas, lo podríamos haber titulado con un, ¿Por qué no murieron Cervantes y Shakespeare el mismo día?, éste forense de ahora, lo podríamos titular algo así como Un CSI para Cervantes.
O bien dicho, para los restos óseos de Cervantes, refiriéndome al hombre. Del escritor, ni comentarlo tengo, absolutamente nada que aportar, que no lo esté ya.
Así que mejor digamos, que marchando un "desmontando una investigación y reconstruyendo a un hombre". O al menos intentarlo, que de los cobardes nunca se escribió nada.
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