sábado, 16 de mayo de 2015

Instinto maternal y evolución


(Continuación) Porque se trata de un amor materno que empieza siendo sólo instinto y se inicia en el cerebro con su química. O lo que es lo mismo, al amor por la ciencia. Cosas del ser humano. Las dos.

Instinto maternal y química cerebral
Es durante el embarazo cuando en el cerebro empiezan a producirse una serie de transformaciones conducentes al desarrollo del instinto maternal. No debemos olvidar que la gestación de un ser humano, desde el punto de vista evolutivo animal supone una enorme inversión.

De entrada son nueve (9) meses de gestación en el seno materno, más el parto. Una gran inversión de recursos de todo tipo de la que, la inexorable ley de la economía del universo que todo lo rige, cuidará.

Y lo hará induciendo a la madre a asegurar el cuidado y supervivencia del recién nacido, a través del instinto materno y maternal.

Es el amor maternal el que hace que una mujer, cuando se convierte en madre, deje de estar centrada en su propia existencia y se vuelque, literalmente hablando, en el cuidado de su bebé. Una criatura que, durante un largo periodo de tiempo, dependerá de ella para sobrevivir.

Un amor materno que no ha dejado de perfeccionarse, a lo largo de la historia homínida en el proceso evolutivo, gracias al método de la selección natural y tras el que subyace como (casi) último por qué, la química cerebral.

Les digo esto, y más arriba les remarcaba “que la gestación de un ser humano, desde el punto de vista evolutivo animal supone una enorme inversión”, porque esta estrategia no la han seguido todos los animales.

Sin entrar en profundidad, y por poner un ejemplo a título aclaratorio, los reptiles, de que quienes procedemos por evolución los mamíferos, emplean una táctica diferente a la nuestra. Ellos ponen muchos huevos y, así, apenas tienen que encargarse de cuidarlos.

En principio parece, que la cantidad, asegura la continuidad de la especie.

Dos extremos en el mecanismo de la reproducción
De modo que uno y otro son como dos extremos. El humano, con menos crías y mayor protección antes, durante y después del nacimiento. Y el reptil, con muchas crías y apenas cuidados. Pero, ojo. Uno y otro, no son ni mejor ni peor.

Quiero decir que no son excluyentes. Si acaso resaltar que es muy diverso el camino de la vida en nuestro planeta.

Una reproducción de vida que, en nuestro caso, causa efectos sobre la mujer, por ejemplo en ciertas partes del cerebro, donde tienen lugar unos procesos relacionados con el amor materno.

Y así en la corteza prefrontal, entre otras zonas del cerebro, tras el parto y para hacer frente a las nuevas exigencias a las que se verá sometida la madre, se producirá un aumento de la materia gris, que le hará tener una mayor capacidad de planificación.

Otras zonas en las que aumenta la materia gris son: el mesencéfalo; el lóbulo parietal, que ayuda a procesar información sensorial y manipular objetos; y la sustancia gris periacueductal, encargada de equilibrar conductas de crianza y riego.

Otras áreas cerebrales afectadas por la maternidad
En el hipotálamo, se produce un aumento de las neuronas del área preóptica media, encargadas de regular la nueva conducta maternal. En realidad en esta área parece residir el control de comportamiento de todas las hembras de los mamíferos, incluida nuestra especie.

Lo sabemos por un artículo de 2006 publicado en la revista Investigación y Ciencia, donde se demuestra que si se practican lesiones en esta de zona del cerebro de diferentes especímenes de ratas, éstas interrumpen los cuidados maternales de sus crías. (Continuará)



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