viernes, 27 de febrero de 2015

¿Por qué continua el falso mito del 10%? (1)


(Continuación) En la primera, la enfermedad de Parkinson, la sustancia nigra que se degenera es tan sólo de un dos por ciento (2 %) del cerebro, y en la segunda, la de Alzheimer, un paciente tiene el noventa por ciento (90 %) de su cerebro en perfecto estado.

Si es verdad que sólo usamos el 10%, entonces nuestro rendimiento mental no debería verse afectado cuando se lesionan estas áreas del cerebro. Sin embargo la realidad demuestra que ninguna, por pequeña que sea, puede ser dañada, sin que se pierda alguna habilidad.

Ya ve qué sin sentido y cruel puede resultar, prestarle el menor crédito a esta falacia porcentual.

Por otro lado, son numerosos y extensos los estudios realizados con víctimas de apoplejía y lesiones en la cabeza, en las que es evidente que el daño de una pequeña porción del cerebro, da como resultado un déficit cuantificable (cognitivo, físico, o ambos), independientemente de la parte del cerebro que sea dañada. En fin, nada hay tan osado como la ignorancia.

Unas pruebas que nos deben llevar a una reflexión. Si las mismas demuestran todo lo contrario, entonces ¿por qué continua este falso mito?

¿Por qué?
Continúa y, porque somos humanos, mucho me temo que seguirá en determinados sectores de la población gozando, además, de buena salud. Buena prueba de lo que les digo es el éxito de la película Lucy con su barniz de pseudociencia.

Y a mi entender, las razones de esta persistencia en el error no son muy diferentes de las de otras falacias o falsos mitos.

No hace mucho hablaba en determinado foro radiofónico, del supuesto peligro asociado tanto al uso del wifi en nuestras casas, como al hecho de tenerlo encendido siempre o cerca de los niños.

Y aportaba unos estudios recientes, en esta ocasión españoles, que vuelven a confirmar lo que ya es sabido. Estas radiaciones electromagnéticas no tienen influencia alguna en nuestra salud.

El riesgo es inexistente. No hay porqué apagar el wifi en casa, incluso, ni para dormir. Ni siquiera si hay niños pequeños. No les digo más.

Éste es el valor de la prueba científica. La única pista que hay que seguir. Nos lo dice incluso el poeta: ¿Tú verdad? No, la verdad; / y ven conmigo a buscarla. / La tuya guárdatela.

Sin embargo ya ven. Y sin ánimo de ser exhaustivo, ni intención de agotar el tema, para mí que las causas de la permanencia de esta falsa leyenda urbana son varias.

Van desde las periódicas y sensacionalistas apariciones en los distintos medios de comunicación, hasta el uso y abuso que hacen las pseudociencias para su propio beneficio.

Pasando por, no debemos olvidarnos, la propia percepción que los humanos tenemos de los fenómenos que ocurren a nuestro alrededor y la forma que tenemos de interpretarlos.

Son, por así decirlo, las razones de una sinrazón.

1. Razones de una sinrazón: medios de comunicación
En lo que respecta a los medios de comunicación, basta recordar cómo de forma periódica y sistemática aparecen en prensa escrita, radio y televisión, toda suerte de artículos, programas y documentales sobre estos engaños.

Unas veces lo hacen atendiendo a las necesidades de contenidos y otras, a modo de “serpientes de verano”. Me imagino que saben por dónde voy, porque yo sí.

Y a lo dicho hay que sumar el trato que le dan a estos temas, las revistas pseudocientíficas del rrollete esotérico. Revistas por otro lado con nombres imposibles.

Por citar algunas: Más allá. Más allá de la ciencia; Año cero; Enigmas. Revista de divulgación para mentes despiertas; etcétera.

Bueno, y puestos a poner nombres estultos, ¿dónde dejamos los radiofónico y televisivo "Tercer y cuarto milenio”?

Digo imposibles y ahora añado estultos porque: ¿Qué significa ‘más allá de la ciencia’? ¿Que está más cerca de la idiocia?

O lo de ‘año cero’ ¿pero es que existe un año cero? ¿Alguien ha celebrado su aniversario cero antes del primero? ¿Alguien ha estudiado en el colegio el curso cero (0) de primaria? (Continuará)




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