Historias sobre la fe del carbonero

En este caso, la cosa está algo confusa. Todo apunta a que la frase proviene de un cuento, recogido ya por Gonzalo Correas en su ‘Vocabulario de Refranes’ de 1627, donde se narra la respuesta que un carbonero dio a alguien que le planteó una pregunta.

Y aquí -en la personalidad de ese alguien y en la pregunta- es donde empiezan las discrepancias en la historia y por ende en las versiones.

Todas tienen en común el oficio del individuo preguntado, un carbonero, que como bien saben es la persona que fabrica, vende o distribuye carbón.

Se diferencian sin embargo en el sujeto que le pregunta, que va desde un teólogo hasta un completo desconocido, pasando por el mismo diablo. Pero mejor lo leen. Les resumo la terna.

Historia del carbonero y el teólogo

Según la misma, ese alguien era un teólogo que le inquiría acerca del misterio de la Santísima Trinidad. Un plural e intrincado asunto. Imagínense la situación.

Un teólogo delante de un carbonero, preguntándole cómo era posible que existieran tres personas, “Padre, Hijo y Espíritu Santo...”, en una sola. Que si él sabía contestarla.

Un poco kafkiana la situación, ¿no?

Pues bien, por rara que le parezca, lo sabía.

Dicen que el hombre hizo tres dobleces en su mandil y después lo volvió a extender, como dando a entender que las tres partes formaban un todo. Y ya está ¿Qué me dicen? ¿Entienden algo?

¿Les ha servido para comprender el misterio de la Santísima Trinidad? Porque a mí no.

Si les soy sincero, no acabo de entender que tiene que ver esto con lo de “... tres personas distintas y un solo Dios verdadero”. Pero en fin, ésa es la primera historia.

Historia del carbonero y el diablo

La segunda nos cuenta que, ese alguien, era el diablo disfrazado de universitario, quien se puso a conversar con un carbonero español a fin de poner a prueba su fe.

Al preguntarle el diablo que en qué creía, que cual era el contenido de su fe, el carbonero le respondió: “Yo creo todo lo que cree la Iglesia”.

A lo que el diablo tentador volvió a preguntar: “¿Y qué es lo que cree la Iglesia?”. Fue entonces cuando el buen hombre contestó: “Ella cree todo lo que creo yo”.

Por lo que el diablo insistió: “¿Y en qué crees tú?”. “¿Yo?” -le inquirió el carbonero- “Yo creo todo lo que cree la Iglesia”. Y vuelta a empezar.

O sea que el carbonero le dio al diablo una ración de su propia medicina, venciendo así la tentación de tener que razonar sus creencias. O lo que es lo mismo, marchando una del cuento de la buena pipa.

Seguro que lo conoce.

- ¿Quieres que te cuente el cuento de la buena pipa?

- Sí.

- Yo no te digo ni que sí, ni que no, sólo que si quieres que te cuente el cuento de la buena pipa.

- No.

- Yo no te digo ni que no, ni que sí, sólo que si quieres que te cuente el cuento de la buena pipa.

- Sí.

- Yo no te digo ni que sí, ni que no, sólo...

Y así, ad infinitum.

Historia del carbonero abulense y un desconocido

Es la tercera. En ella el carbonero aludido por el buen obispo, en esos momentos postreros de su vida, resulta que era también de Ávila y por lo que se ve, un personaje muy conocido en la ciudad por su especial credo.

Lo suficientemente conocido como para que alguien, en cierta ocasión, se desconocen los detalles de la misma, le preguntara:

- ¿Tú en qué crees, carbonero?

- En lo que cree la Santa Iglesia.

- ¿Y qué cree la Iglesia?

- Lo que yo creo.

- Pero ¿qué crees tú?

- Lo que cree la Iglesia.

- ¿Y qué cree la...

Bueno, no continúo, ya se imaginan el resto, así ad nauseam. Con semejante discurso, al carbonero no había modo de apearle de su irracional creencia.

Desde entonces, hablar de la “fe del carbonero”, es sinónimo de eso. De una fe que ignora razones, de una que no requiere pruebas ni argumentos.

Como la “del Tostado”. (Continuará)