Si les menciono así de sopetón, nada más empezar a leer, la palabra rebeca, lo más probable es que ésta no les diga mucho. Por no decir nada, vamos.
O puede que sí. Que vaya usted a saber. Porque lo cierto es que, “rebeca”, es uno de esos términos que bien mirados, o sea vistos, significan mucho más de lo que aparentan.
Sí, es así, no se extrañe.
Lo llaman el poder de las palabras y radica en lo que significan. No olvide que son las palabras las que mueven el mundo.
Ya ve. Es lo que tiene no quedarse en la superficie de las cosas. Que lleva sorpresa incluida. Si están interesados, y les apetece, se lo cuento. Y por comodidad, en orden cronológico.
Rebeca, la novela
Los amantes de la literatura habrán reconocido en él, el título de una de las más famosas novelas de la escritora británica Daphne du Maurier (1907-1989), Rebeca (1938). Sólo por si no recuerda en este momento su argumento, se lo expongo de forma breve. Una simple cuestión de operatividad.
Por supuesto no espere nada nuevo. En ella se nos narra una historia de amor entre dos seres humanos. Otra más.
La de una mujer sencilla que trabaja como señora de compañía de una gran dama. Y un aristócrata inglés viudo, Maximilian de Winter, cuya mujer, Rebeca, apareció muerta en la playa.
Todo empieza cuando se conocen en Montercalo. Él sobreponiéndose al luctuoso suceso. Ella, bueno, sencillamente, sobreviviendo a la vida.
A su manera, cada uno no es más que un superviviente.
Es entonces cuando el amor surge entre ellos. Se casan y todo va bien, hasta que se instalan en la residencia solariega de él, Manderley. Allí la joven esposa se da cuenta de que todo en la mansión está impregnado del espíritu de la difunta, Rebeca.
Desde la decoración que llevó a cabo personalmente y que sigue intacta. Hasta el recuerdo de su persona, que está vivo en los sirvientes.
Se ve que fue de ese tipo de mujer, de fuerte personalidad, que deja su marchamo en todo lo que toca. Amén de un recuerdo obsesivo en quienes la conocieron y trataron.
Lo que se dice una sombra alargada la suya. Demasiado, quizás.
Y lo peor para la recién casada está por llegar. No tarda en darse cuenta que Rebeca, también sigue viva en los pensamientos de su marido.
Una sombra alargada y negra, pues. Demasiado negra, quizás.
Y hasta aquí les puedo contar de la novela. Si bien no la abandono del todo. (Continuará)
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