(Continuación) El efecto Mozart, como otros muchos, es uno más de los descubrimientos ficticios y fraudulentos que se originan en torno a la ciencia.
Como la manoseada influencia de los campos electromagnéticos sobre la salud, que ya trajimos al blog hace unas semanas.
Pero si algo tiene de bueno el efecto Mozart es que nos enseña cómo funciona la ciencia y la investigación científica.
En el mundo de la ciencia, cuando alguien afirma que ha descubierto algo, va y lo publica con todo lujo de detalles para que el resto de sus colegas lo puedan reproducir y verificar en sus laboratorios.
Si les sale también, magnífico. Enhorabuena. Pero si no es así. Mal asunto. Por mucho que nos guste esa idea, o creamos en ella, deberemos desecharla. Así es como se avanza. Sin duda, un excelente y duro modelo de pensamiento. Lo demás no son más que ensayos espurios.
Como dijo el gran Isaac Asimov: "Examinen fragmentos de pseudociencia y encontrarán nada más que un manto de protección, un pulgar que chupar, unas faldas a las que agarrarse. Y a cambio, ¿qué ofrece la ciencia? Más bien poco. Sólo ¡Pruebas! ¡Incertidumbre! ¡Inseguridad!"
Un detalle antes de que se me olvide. El efecto Mozart trae consigo dos cosas buenas más, aparte de enseñarnos cómo funciona la ciencia.
Y las dos están relacionadas con la decisión de algunos gobernadores de los EEUU, de regalar discos de música clásica a los escolares.
La primera es porque se trata de una buena forma de iniciación musical y desde la edad más tierna infancia. La segunda porque es un magnífico ejemplo de la necesidad que hay de culturizar a los políticos en conocimientos científicos. Es seguro que no existe auténtica cultura sin las ciencias.
Lo que también es seguro es que el hecho de escuchar a Mozart no hace daño a nadie. Y tan seguro estoy que les dejo para que escuchen la famosa serenata K448 de Mozart, por si notan ustedes algún beneficio intelectual.
No olvidemos que con tan sólo diez años, el joven Mozart, mereció un encendido artículo del eximio físico de la época el doctor S. A. Tissot.
Fue publicado (1766) en la revista religiosa y metafísica Aristide y en él alababa sus cualidades musicales: técnica interpretativa, memoria musical, sensibilidad y precisión auditiva. Un tipo de artículo poco frecuente en la época.
A propósito del fino oído de Mozart se cuenta que, a la edad de dos años, lo llevaron a visitar una granja. Durante la misma, al parecer, de pronto se oyó el gruñido de un cerdo. Algo normal en una granja.
Lo que no fue tan normal es que inmediatamente, se oyera: "Sol sostenido", emitido a pleno pulmón por el mocoso. Dicen que alguien corrió a comprobarlo al piano. Era un sol sostenido. Lo que se dice un oído físico absoluto.
Él epicúreo, materialista, escéptico y cultivado. Ella amante del dinero y un nexo de unión con la ciencia, ya que Despina se ríe de Messmer (sí, el de la pseudociencia del magnetismo animal).
Un amigo de juventud de Mozart, del que se distanció cuando aquél se alineó con la corriente “iluminista” de la Masonería. Bueno quizás la relación ciencia-Mozart esté algo forzada. No siempre se puede aceptar pulpo como animal de compañía.
Aunque no debemos pasar por alto las palabras de don Alfonso al final de la obra y con las que la mentira sirve para desenmascarar la mentira, cuando dice: "Os he engañado, pero el engaño ha servido para desengañaros".
Más o menos lo que habría que hacer hoy día, con programas como Milenio 3 y Cuarto Milenio o con revistas como Más Allá, Enigmas, Año Cero. Se llama educación científica.
Y para acabar, insistir en una idea. Escuchar a Mozart no produce lo que dicen que produce, pero por supuesto no hace daño a nadie. Más bien ayuda.
Recuerden que Einstein, no sólo se declaró como un asiduo intérprete y oyente de la música de Mozart, sino que aseguraba que en más de una ocasión, la inspiración le había llegado mientras escuchaba o tocaba una pieza musical del compositor austriaco.
Pues nosotros tres cuarto de lo mismo. Aunque no seamos Einstein, ni hayamos descubierto las dos teorías de la Relatividad. (Continuará)
Como la manoseada influencia de los campos electromagnéticos sobre la salud, que ya trajimos al blog hace unas semanas.
Un experimento espurio
Muchas afirmaciones intencionadas, pero ni una sola prueba. De modo que si quiere (o le interesa) se lo cree (o hace como que) y si no, pues no se lo cree.
Pero si algo tiene de bueno el efecto Mozart es que nos enseña cómo funciona la ciencia y la investigación científica.
En el mundo de la ciencia, cuando alguien afirma que ha descubierto algo, va y lo publica con todo lujo de detalles para que el resto de sus colegas lo puedan reproducir y verificar en sus laboratorios.
Si les sale también, magnífico. Enhorabuena. Pero si no es así. Mal asunto. Por mucho que nos guste esa idea, o creamos en ella, deberemos desecharla. Así es como se avanza. Sin duda, un excelente y duro modelo de pensamiento. Lo demás no son más que ensayos espurios.
Como dijo el gran Isaac Asimov: "Examinen fragmentos de pseudociencia y encontrarán nada más que un manto de protección, un pulgar que chupar, unas faldas a las que agarrarse. Y a cambio, ¿qué ofrece la ciencia? Más bien poco. Sólo ¡Pruebas! ¡Incertidumbre! ¡Inseguridad!"
Pero bien aprovechado
Volviendo a lo que nos trae hoy. Reiterar una vez más que nada demuestra que el efecto Mozart exista. Me refiero al científico. El efecto comercial, ni lo dude. Bueno es el señor don dinero.Un detalle antes de que se me olvide. El efecto Mozart trae consigo dos cosas buenas más, aparte de enseñarnos cómo funciona la ciencia.
Y las dos están relacionadas con la decisión de algunos gobernadores de los EEUU, de regalar discos de música clásica a los escolares.
La primera es porque se trata de una buena forma de iniciación musical y desde la edad más tierna infancia. La segunda porque es un magnífico ejemplo de la necesidad que hay de culturizar a los políticos en conocimientos científicos. Es seguro que no existe auténtica cultura sin las ciencias.
Lo que también es seguro es que el hecho de escuchar a Mozart no hace daño a nadie. Y tan seguro estoy que les dejo para que escuchen la famosa serenata K448 de Mozart, por si notan ustedes algún beneficio intelectual.
Mozart y Ciencias
Estoy convencido de que, a tenor del desenmascaramiento científico del ficticio efecto Mozart, el compositor debió de sonreír en su tumba. No en vano él tenía muchas de las cualidades que deben poseer los hombres de ciencia: conocimiento, actitud crítica, capacidad, talante escéptico, esfuerzo, etcétera.No olvidemos que con tan sólo diez años, el joven Mozart, mereció un encendido artículo del eximio físico de la época el doctor S. A. Tissot.
Fue publicado (1766) en la revista religiosa y metafísica Aristide y en él alababa sus cualidades musicales: técnica interpretativa, memoria musical, sensibilidad y precisión auditiva. Un tipo de artículo poco frecuente en la época.
A propósito del fino oído de Mozart se cuenta que, a la edad de dos años, lo llevaron a visitar una granja. Durante la misma, al parecer, de pronto se oyó el gruñido de un cerdo. Algo normal en una granja.
Lo que no fue tan normal es que inmediatamente, se oyera: "Sol sostenido", emitido a pleno pulmón por el mocoso. Dicen que alguien corrió a comprobarlo al piano. Era un sol sostenido. Lo que se dice un oído físico absoluto.
Cosí fan tutti
O “Así hacen todas”, está considerada como una "ópera geométrica y bipolar". Tanto en lo musical, como en la disposición de sus arias y en el argumento. Y en ambos extremos del dipolo dos representantes de la escala social. Don Alfonso, el viejo filósofo y Despina, la criada lista.Él epicúreo, materialista, escéptico y cultivado. Ella amante del dinero y un nexo de unión con la ciencia, ya que Despina se ríe de Messmer (sí, el de la pseudociencia del magnetismo animal).
Un amigo de juventud de Mozart, del que se distanció cuando aquél se alineó con la corriente “iluminista” de la Masonería. Bueno quizás la relación ciencia-Mozart esté algo forzada. No siempre se puede aceptar pulpo como animal de compañía.
Aunque no debemos pasar por alto las palabras de don Alfonso al final de la obra y con las que la mentira sirve para desenmascarar la mentira, cuando dice: "Os he engañado, pero el engaño ha servido para desengañaros".
Más o menos lo que habría que hacer hoy día, con programas como Milenio 3 y Cuarto Milenio o con revistas como Más Allá, Enigmas, Año Cero. Se llama educación científica.
Y para acabar, insistir en una idea. Escuchar a Mozart no produce lo que dicen que produce, pero por supuesto no hace daño a nadie. Más bien ayuda.
Recuerden que Einstein, no sólo se declaró como un asiduo intérprete y oyente de la música de Mozart, sino que aseguraba que en más de una ocasión, la inspiración le había llegado mientras escuchaba o tocaba una pieza musical del compositor austriaco.
Pues nosotros tres cuarto de lo mismo. Aunque no seamos Einstein, ni hayamos descubierto las dos teorías de la Relatividad. (Continuará)
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