(Continuación) Lo cierto es que Campbell, y lo que le rodeaba, se constituyó en un rentable imperio financiero.
El efecto Mozart había nacido, ahora también, para el consumismo ¿Y a todo esto, qué decía la pseudociencia mozartina de la época?
Vamos el Iker Jiménez del Nuevo Milenio de nuestros días, para que se me entienda. Pues se lo pueden imaginar, por seguir en clave musical decía que 'allegro, ma non tropo'.
En el terreno pseudocientífico, los resultados de sus investigadores, estaban algo lejos de lo que decía Campbell. Más bien mostraban que el efecto Mozart campbelliano tenía algunas, por así decirlo, falacias. Veamos.
Una. No es cierto que sirvieran todas las composiciones que vendían. El efecto sólo tenía lugar con la sonata K448.
Para ello probaron con otras composiciones y otros compositores.
Desde Mendelssohn, al Para Elisa de Beethoven, pasando por el pop de los años 30, la música de relajación y, claro, Mozart. Y, oigan, nada de nada.
Pues bien. Ni siquiera medio minuto de mejoría. Sólo la susodicha K448 conseguía los consabidos y transitorios 10 min. Bueno pero, ¿por qué era esto así? ¿Qué tenía esa composición que la hacía ser tan especial?
Al parecer, la pseudociencia mozartiense lo achaca a lo que denominaron “elevada periodicidad a largo plazo”. Según ellos, la existencia de ciertas “ondas musicales”, a largo plazo y repetidas periódicamente (cada 20 o 30 s), activaban áreas cerebrales relacionadas con la audición, las emociones, la visión y la coordinación motora. Casi ná.
Algo que se ve sólo conseguía la K448. Aunque no decían ni pio del porqué ni del cómo No sé que decirles ¿Atrevido, quizás? Yo lo veo un argumento “ad hoc”, vamos, para salir del paso.
Una exposición pseudo-fisiológica, lo bastante difusa como para poderse aceptar o negar sin más.
Pero bueno. Total. Para lo que dice y sirve. Mejor lo dejaremos estar. Al fin y al cabo sólo es pseudociencia.
Pseudociencia fisiológica al canto. Es decir. Ni idea de porqué desaparecía a los pocos minutos. Porque desaparecer, desaparecía. Campbell mintió como un bellaco en este aspecto.
Tres. Tampoco los efectos eran ilimitados. El beneficio se limitaba sólo a tareas de razonamiento espacial. También mintió aquí descaradamente. Nada de mejorar la memoria, la fluidez verbal, el grado de atención o la inteligencia. Lo demostrado era que sólo afectaba a las actividades de razonamiento espacial.
Y para justificarla, de nuevo la comentada fisiología del fenómeno. A saber. La supuesta similitud entre la música mozartiana y la actividad neuronal, en cuanto a las frecuencias de activación y sus cambios espacio-temporales. Algo no ya atrevido, sino muy atrevido. Vamos de caradura.
Claro que para el caso de las ratas lo fueron más. Tiraron de genética y un supuesto aumento en la expresión de ciertos genes de las ratas ¡Bueno! ¡Bueno!
Mejor me reservo. Aunque les recojo algunas de los informes científicos que hay al respecto sobre el susodicho efecto musical o ya de la que va.
De entrada ni un solo equipo investigador consiguió reproducir los resultados de 1993 ¿Fraude mozartiense por tanto? Pues claro que sí. Pero para eso no hacían falta investigaciones. Porque como alguien dijo.
Si la música de Mozart favorece la inteligencia y el ingenio, por decirlo de forma breve, ¿no deberían ser los especialistas en esa música los sujetos más inteligentes y más inspirados del mundo? ¿Y lo son? ¿No, verdad? Pues ya está.
Es como lo de los adivinos. Si lo son, ¿por qué no leemos en la prensa que a Aramis Fuster, la bruja Lola, Rappel u Octavio Aceves le ha vuelto a tocar la lotería por enésima vez? ¿Por qué? Pues porque no lo son.
Otros investigadores apuntaron hipótesis acerca del origen de los supuestos efectos.
Según ellos podían ser debidos, sencillamente, a los cambios de humor que suele provocar la música en los seres humanos. Algo sabido desde hace mucho tiempo.
Un estado de ánimo positivo, inducido por la música por ejemplo, hace que, algunos sujetos, trabajen y rindan mucho más. Pero sólo aquellos que alcanzan esa situación emocional.
En el caso de las ratas, para las que obviamente no serviría lo anterior, la explicación científica podría venir de la mano de lo que se conocen como “ambientes enriquecidos”.
Se sabe, también desde hace tiempo, que estos animales sometidos a una gran actividad con columpios, norias, etcétera, experimentan cambios cognitivos y cerebrales similares a los del “efecto Mozart”.
En fin, lo de siempre. Hay que seguir investigando. Y es que el siglo XXI será, sin duda, el de las Neurociencias. (Continuará).
El efecto Mozart había nacido, ahora también, para el consumismo ¿Y a todo esto, qué decía la pseudociencia mozartina de la época?
Vamos el Iker Jiménez del Nuevo Milenio de nuestros días, para que se me entienda. Pues se lo pueden imaginar, por seguir en clave musical decía que 'allegro, ma non tropo'.
En el terreno pseudocientífico, los resultados de sus investigadores, estaban algo lejos de lo que decía Campbell. Más bien mostraban que el efecto Mozart campbelliano tenía algunas, por así decirlo, falacias. Veamos.
Una. No es cierto que sirvieran todas las composiciones que vendían. El efecto sólo tenía lugar con la sonata K448.
Para ello probaron con otras composiciones y otros compositores.
Desde Mendelssohn, al Para Elisa de Beethoven, pasando por el pop de los años 30, la música de relajación y, claro, Mozart. Y, oigan, nada de nada.
Pues bien. Ni siquiera medio minuto de mejoría. Sólo la susodicha K448 conseguía los consabidos y transitorios 10 min. Bueno pero, ¿por qué era esto así? ¿Qué tenía esa composición que la hacía ser tan especial?
Al parecer, la pseudociencia mozartiense lo achaca a lo que denominaron “elevada periodicidad a largo plazo”. Según ellos, la existencia de ciertas “ondas musicales”, a largo plazo y repetidas periódicamente (cada 20 o 30 s), activaban áreas cerebrales relacionadas con la audición, las emociones, la visión y la coordinación motora. Casi ná.
Algo que se ve sólo conseguía la K448. Aunque no decían ni pio del porqué ni del cómo No sé que decirles ¿Atrevido, quizás? Yo lo veo un argumento “ad hoc”, vamos, para salir del paso.
Una exposición pseudo-fisiológica, lo bastante difusa como para poderse aceptar o negar sin más.
Pero bueno. Total. Para lo que dice y sirve. Mejor lo dejaremos estar. Al fin y al cabo sólo es pseudociencia.
Allegro, ma non tropo (mantenido)
Dos. Afirmaron que los efectos eran sólo temporales. Nada de permanentes. Respecto al porqué de este corto periodo de influencia, más de lo mismo.Pseudociencia fisiológica al canto. Es decir. Ni idea de porqué desaparecía a los pocos minutos. Porque desaparecer, desaparecía. Campbell mintió como un bellaco en este aspecto.
Tres. Tampoco los efectos eran ilimitados. El beneficio se limitaba sólo a tareas de razonamiento espacial. También mintió aquí descaradamente. Nada de mejorar la memoria, la fluidez verbal, el grado de atención o la inteligencia. Lo demostrado era que sólo afectaba a las actividades de razonamiento espacial.
Y para justificarla, de nuevo la comentada fisiología del fenómeno. A saber. La supuesta similitud entre la música mozartiana y la actividad neuronal, en cuanto a las frecuencias de activación y sus cambios espacio-temporales. Algo no ya atrevido, sino muy atrevido. Vamos de caradura.
Claro que para el caso de las ratas lo fueron más. Tiraron de genética y un supuesto aumento en la expresión de ciertos genes de las ratas ¡Bueno! ¡Bueno!
Mejor me reservo. Aunque les recojo algunas de los informes científicos que hay al respecto sobre el susodicho efecto musical o ya de la que va.
Réquiem para Mozart
Pareja a estas investigaciones pseudocientíficas, y como no podía ser de otra forma -se lo he comentado en más de una ocasión, la ciencia es así- surgieron otras procedentes de equipos científicos independientes.De entrada ni un solo equipo investigador consiguió reproducir los resultados de 1993 ¿Fraude mozartiense por tanto? Pues claro que sí. Pero para eso no hacían falta investigaciones. Porque como alguien dijo.
Si la música de Mozart favorece la inteligencia y el ingenio, por decirlo de forma breve, ¿no deberían ser los especialistas en esa música los sujetos más inteligentes y más inspirados del mundo? ¿Y lo son? ¿No, verdad? Pues ya está.
Es como lo de los adivinos. Si lo son, ¿por qué no leemos en la prensa que a Aramis Fuster, la bruja Lola, Rappel u Octavio Aceves le ha vuelto a tocar la lotería por enésima vez? ¿Por qué? Pues porque no lo son.
Otros investigadores apuntaron hipótesis acerca del origen de los supuestos efectos.
Según ellos podían ser debidos, sencillamente, a los cambios de humor que suele provocar la música en los seres humanos. Algo sabido desde hace mucho tiempo.
Un estado de ánimo positivo, inducido por la música por ejemplo, hace que, algunos sujetos, trabajen y rindan mucho más. Pero sólo aquellos que alcanzan esa situación emocional.
En el caso de las ratas, para las que obviamente no serviría lo anterior, la explicación científica podría venir de la mano de lo que se conocen como “ambientes enriquecidos”.
Se sabe, también desde hace tiempo, que estos animales sometidos a una gran actividad con columpios, norias, etcétera, experimentan cambios cognitivos y cerebrales similares a los del “efecto Mozart”.
En fin, lo de siempre. Hay que seguir investigando. Y es que el siglo XXI será, sin duda, el de las Neurociencias. (Continuará).
4 comentarios :
me gustan estos articulos sobre las pseudociencias. Vienen bien para mucha gente
POBRECILLO...
HAZME EL FAVOR DE SER FELIZ ANDA...!
ARAMIS FUSTER ¨LA BRUJA¨
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TL 617 349910
¿Qué te pasa bruja? ¿te da rabia que te canten las cuarentas?
¿Donde estan los impostores de la bruja lola, rappel y aceves?
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