jueves, 19 de enero de 2017

Tales, el pozo y la esclava (y 2)

(Continuación) En la primera de estas disciplinas porque es pionero en intentar comprender el origen del mundo, en función de su «composición». Recordemos que en la antigua hipótesis de los elementos, para él, el agua era el principio de todas las cosas.
Además se le atribuye la predicción del eclipse total de Sol, que tuvo lugar el 28 de mayo del año 585 a.C. Ese que por la historia sabemos se produjo en medio de una batalla, y llevó a los  contendientes a detenerla y acordar una paz. 
Debieron pensar, y temer, que el evento celeste era una advertencia divina.
Qué sería del hombre sin los dioses protectores… O, lo que es lo mismo, de la cosmogonía a la cosmología…
Y en matemáticas, valga la leyenda narrada por Plutarco y que sitúa a Tales ante las pirámides de Egipto calculando, gracias a sus conocimientos analíticos y geométricos, la altura de la de Keops, sin necesidad de ningún instrumento de medida.
Una cuestión de longitudes de sombras.
Sabio distraído
Dejando a un lado la crudeza de la anécdota que inicia esta entrada -esa que refleja el despiste del sabio que, abstraído en lo suyo, no ve ni la belleza ni el peligro-, hay un par de detalles que me llaman la atención.
Uno por preocupante. No me ha quedado claro si la joven ironiza porque está ofendida, al ver que no se ha fijado en ella como mujer, o porque está preocupada por la caída de una persona.
El otro por interesante. Es sorprendente la visión que nos ofrece, ya desde la Antigüedad, del sabio como ser despistado y distraído.
Una tradición que casi llega hasta nuestros días pero que, a tenor de lo visto, surge muy, muy pronto en nuestra cultura. Un tema socorrido, esta asociación de sabiduría y distracción, cuya razón se me escapa.
Pocos ignoran que la distracción no es una especialidad exclusiva de los sabios. También son distraídos los carpinteros, economistas, pintores, electricistas y poetas.

¿Entonces?



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