(Continuación) Algo radicalmente distinto a lo que ocurre allá arriba donde estrellas y planetas no se modifican con el tiempo, se mueven describiendo trayectorias, a la vista circunferenciales y no rectas, y por supuesto no se caen.
Era
evidente que las regiones celestiales tenían que estar
compuestas de elementos distintos a los cuatro, que no fueran terrenales y
mutables como ellos sino celestiales e inmutables; y es entonces cuando nuestro
estagirita, junto al ateniense Platón (427-347) de quien era discípulo,
concibe un nuevo universo, el “cosmos aristotélico”.
Mundo supralunar
Un
sistema ordenado cuyos componentes están agrupados en dos partes, el mundo
sublunar en el que vivimos y el mundo supralunar, más allá del
satélite, estando cada uno regido por sus propias leyes físicas y constituido por
distintos elementos.
En el primero los cuatro elementos antiguos, terrenales y mutables conocidos (agua, aire, tierra y fuego) y en el segundo, un quinto nuevo elemento, el éter pitagórico que con el paso del tiempo devino en quintaesencia, palabra que ha sobrevivido para referirse a la esencia más pura y perfecta de algo. Ya ve.
Un
presunto éter, sustrato de los cielos y de los cuerpos celestes que, a la vista
está, ni cambian ni se caen y se mueven en trayectorias circunferenciales; un
elemento que hoy sabemos inexistente en este contexto, que sería
perfecto, no terrenal y del que supuestamente estarían hecho el cielo y los
cuerpos celestes.
Inexistente
digo, como lo son otras acepciones del término, aunque existe alguna que otra que está
entre nosotros y nos suena de los tiempos bachilleres. Dejo este fleco suelto para
hilvanarlo más adelante en cuanto podamos y es que el término da mucho de sí, más
del que cabría pensar.
Éter pitagórico
O simplemente éter, que en este contexto hace referencia a una sustancia no corpórea pero real, que permea el universo dándole estructura al ser una especie de fuerza o principio que unía sus diferentes partes o mundos, supralunar y sublunar.
Cuerpos celestes y Tierra en armonía cósmica merced a este elemento, distinto
a los cuatro tradicionales, que nos rodeaba y llenaba el espacio, y del que la matemática
Teano, quien desarrolló tratados sobre los poliedros rectangulares y era
esposa de Pitágoras, creía que los pitagóricos habían determinado su
densidad. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
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