Le nominaron desde la misma Alemania, Francia, Inglaterra, Holanda, Finlandia... incluso desde Suecia, de hecho, le propusieron catorce de los treinta y dos nominadores.
Un apoyo internacional tan apabullante como
sorprendente porque, desde la Primera Guerra Mundial existía un boicot
contra la ciencia alemana (se extendió hasta 1926) y ningún científico de los
países aliados apoyaba a ninguna candidatura alemana.
“Algo seguía
oliendo a podrido” en el Comité Nobel de Física, 1921
Sin embargo, a pesar de esta extraordinaria movida en el
mundillo científico internacional, y de las evidencias empíricas del eclipse
solar de 1919, que confirmaban a la perfección las predicciones de la Teoría
de la Relatividad, el movimiento anti-Einstein en el comité seguía en pleno
apogeo y mantenía sus cotas de poder y prioridades.
Entre estas: no querían que los radicales, filósofos y
políticos, utilizaran la relatividad como concepto científico para, a partir de
él, incorporar un cierto relativismo social y cultural en los valores
tradicionales.
Y por supuesto, en el fondo, subyacía el viejo dilema “teoría
versus experimento”, vamos la forma de hacer ciencia, hablamos de un Einstein
que no hacía experimentos de laboratorio ni deducía su teoría de ningún dato empírico,
solo se ponía a pensar y poco más; y eso para ellos no era una forma seria de
hacer física y no merecía reconocimiento alguno
El Comité toma
medidas: Gullsstrand
Se eligió al afamado oftalmólogo sueco Allvar
Gullsstrand (1862-1930), ganador del Premio Nobel de Medicina en 1911
‘por sus trabajos acerca de la refracción de la luz en el interior de los
ojos’, para que elaborase un informe sobre la teoría de la relatividad,
sustento de la candidatura al galardón de 1921 del, por entonces cuarentón, Einstein.
(Continuará)
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