[Esta entrada apareció publicada el 10 de marzo de 2023, en la página número 2 del semanario Viva Rota, donde también la pueden leer]
(Continuación) Pero en realidad, aunque la idea es del siglo XIV, la expresión no aparece como tal hasta el XVI y con ella se expresaba que ‘Ockham afeitaba como una navaja las barbas de Platón’, lo que es mucho cortar, tratándose de quien fue seguidor de Sócrates y maestro de Aristóteles nada menos.
El caso es que la idea
se popularizó con el paso del tiempo y ha acabado aplicándose en campos muy
variados de la ciencia (economía, método científico, biología, estadística,
medicina, informática) y del arte (lingüística, teología, música) pues
no en vano se obtiene una notable simplicidad ontológica.
Todo lo contrario de lo que ofrece la filosofía platónica que “poblaba” su ontología de todo tipo de entidades, además de los entes físicos admitía los matemáticos y las ideas. En puridad, y en ciencia, más que como árbitro entre los hipotéticos modelos, este principio se utiliza como regla general que sirva de guía a los científicos en el desarrollo de dichos modelos teóricos.
En el método
científico ‘la navaja de Ockham’ no se considera un principio
irrefutable y ciertamente no nos ofrece un resultado científico pues según ella
‘La explicación más simple y suficiente es la más probable, mas no
necesariamente la verdadera’, y hay veces que la opción compleja resulta
ser la correcta.
La idea es que en condiciones idénticas elijamos la teoría más simple, otra cuestión serán las evidencias y pruebas que la apoyen; ese es el sentido de la regla, no preferir una teoría simple, pero con pocas evidencias, sobre una teoría compleja, pero con mayores pruebas. Permítame una deriva literaria/científica.
El escritor italiano Umberto
Eco se basó en Ockham para crear a Guillermo de Baskerville, el
monje protagonista de la novela histórica El nombre de la rosa publicada
en 1980. Una obra de misterio ambientada en el turbulento mundo religioso del
siglo XIV, que narra la investigación realizada por el fraile y su pupilo Adso
de Melk acerca de unos crímenes que suceden en una abadía del norte de Italia.
Tal fue el éxito literario que en 1986 se hizo una versión cinematográfica homónima. Por cierto, otro personaje de la novela, Jorge de Burgos, el monje anciano y ciego, encorvado y “blanco como la nieve” es un homenaje a Jorge Luis Borges; al parecer Eco tenía en mente un ciego que custodiase la biblioteca y sumó dos más dos.
Ni que decir tiene que
el libro es una reivindicación de la lógica frente al oscurantismo, la censura,
la superstición y la Inquisición. Pero a lo que vamos, aunque muchos le ponemos
al cinematográfico Guillermo de Baskerville la cara de Sean Connery, la
del personaje literario es un claro homenaje a Guillermo de Ockham, el gran
filósofo medieval.
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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