[Esta entrada apareció publicada el 19 de noviembre de 2021, en la contraportada del semanario Viva Rota, donde también la pueden leer]
Ya, lo sé, demasiado y además es una descripción. De ahí que eche mano del bioquímico, divulgador y escritor de ciencia ficción estadounidense, Isaac Asimov (1920-1992), que para algo fue quien acuñó el término y ya está, ‘habemus’ lo que sea: “La Robótica describe todas las tecnologías asociadas con los robots”.
Como es sabido el autor escribió mucho sobre ellos, siendo lo primero ‘Robbie’ (1940), seguido de ‘Yo, Razón’ (1940) y ‘Mentiroso’ (1941), y en todas estas narraciones los robots actuaban siguiendo unas normas que limitaban su comportamiento.
Unas pautas de actuación bautizadas como Las
tres leyes de la Robótica, y lo curioso es que lo hizo mucho antes de que
el propio término de robótica se hubiera popularizado; así que estamos ante un
adelantado a su tiempo pues con ellas, el científico, pretendía prevenir el
llamado “complejo de Frankenstein”.
Ese temor que el hombre puede llegar a desarrollar frente a unos seres creados por él mismo y que, hipotéticamente, podrían rebelarse en contra de su creador. O sea, nosotros. Asimov pensó que era algo que bien podría ocurrirles a sus robots, por lo que decidió implantar en los circuitos de sus cerebros positrónicos (que no electrónicos), las tres leyes.
Reglas que un robot nunca podría violar ya que, con intentarlo
siquiera, su cerebro resultaría dañado de forma irreversible, dejando de
funcionar. Eran unas órdenes inexorables que deberían seguir por fuerza y a las
que, de ninguna manera, podrían oponerse. No me negarán que en teoría y sobre
el papel está bien pensado, de hecho, muchos escritores le imitaron con el
tiempo.
Y en la práctica, a priori, no debe ser un problema irresoluble dotar a los robots con ellas, a fin de cuenta son máquinas creadas por el hombre para su servicio. Pero de ahí a pensar, como algunos pretenden, que en el caso de que se construyan en un futuro robots inteligentes, éstos deberían llevar implantado, como código de conducta, algo similar, si no idéntico, a las leyes de Asimov, dista un abismo.
No digo imposible pero sí muy improbable o, como quien dice, de la ficción a la realidad. ‘Nada
es imposible, sólo teóricamente improbable’.
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
ÍNDICE
No hay comentarios :
Publicar un comentario