No
parece que el cambio de siglo y la recién estrenada Edad Contemporánea,
trajera consigo un cambio en la opinión de los hombres acerca del papel de la
mujer en el campo de las ciencias. De hecho no faltaron escritores que recogieran
el testigo de Molière en el siglo XVII,
que como saben fue más allá del ninguneo.
Con
la del escritor francés y otros contemporáneos, esta pasiva actitud hacia las mujeres instruidas pasó a ser, no ya hostil sino malintencionada y hasta misógina. En su obra satírica de 1672, Las mujeres sabias, Moliere zahirió los hábitos y costumbres burguesas, incluyendo los
propios de las mujeres “intelectuales”. Lo hace al ridiculizar y difamar el
talento femenino, incitando a la sonrisa del lector-espectador. Lo que está mal
en sí mismo, per se, peor aún viniendo
de quien viene y por ser vos quien sois y más peor porque no sería el único,
casi todo se contagia. Eso sí, con menos ingenio y aptitud, que Moliere es
mucho Poquelin.
Por
ejemplo, y sin abandonar el pais gabacho, los hermanos Goncourt, Edmond y Jule, que pertenecieron a la corriente
del naturalismo, y el primero creó
el afamado Premio Goncourt (1896) en honor al segundo. Pues nada,
no se recataron lo más mínimo en escribir acerca de ellas y sus aficiones: “Ninguna ciencia les repugna, las ciencias
más viriles parecen ejercer una tentación y una fascinación... La anatomía es
la preferencia femenina por excelencia”. Pero bueno a dónde vamos a llegar,
debieron pensar. Qué razón para lo de: “Cambiar, ¡jamás!”.
Incluso
el filósofo alemán G. Hegel (1770-1831)
y a pesar de su cienciade la lógica deja en blanco sobre negro: “No me cabe duda alguna de que las mujeres
puedan ser educadas, sin embargo sus mentes no están preparadas para las ciencias
elevadas, la filosofía o determinadas ramas del arte. Se trata de aspectos del
conocimiento que requieren una capacidad universal. Las mujeres pueden tener
inspiraciones acertadas, gusto y elegancia; pero carecen de esa capacidad
ideal”. En fin, al fin y al cabo eran otros tiempos y otras las costumbres.
Pero lo malo de esto es que no se
trataba de una línea de pensamiento que se moviera en el exclusivo terreno de
las opiniones personales, no. A nivel institucional también pintaban bastos y
así, por ejemplo, en 1838, la Asociación
Británica para el Avance de las Ciencias intentó excluir a las mujeres de
sus encuentros científicos, más que nada de las conferencias sobre historia natural.
Ya se imaginan por donde iban los tiros,
aquello de “la desnuda naturaleza de
algunos de los especimenes de la sección de zoología”. Y eso que la British Association (BA) fue creada como una sociedad de investigación con el
objetivo de promocionar la ciencia, facilitar la interacción entre los
científicos y, sobre todo, posibilitar una línea de intervención contraria a la
actitud elitista y conservadora de la Royal
Society (1660), la sociedad científica más antigua del Reino Unido y una de
las más antiguas de Europa.
El caso es que fueron muchas las
sociedades científicas y clubes de historia natural de toda Europa, las que se
enfrentaron a la llamada “cuestión femenina”. Claro que eso, a la mayoría de
las mujeres les importó bien poco. Sencillamente ignoraron tales prohibiciones,
rechazaron sentarse en galerías separadas y, debido a su número y pericia,
terminaron siendo admitidas en dichas sociedades científicas. Pero no, no fue
un camino fácil. (Continuará)
1 comentario :
Gracias
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