Por si el título les
ha sorprendido y andan despistados, les recuerdo que guarda relación con los
nombres de las cuatro lunas galileanas del planeta Júpiter, de las que empecé a escribirles hace ya un par de
semanas, así que ya me vale. Una entrada que por cierto venía también con
retraso, a propósito de un pícaro tatuaje y su diseño artístico por el que les
inquiría sobre su significado científico. En fin, cosas que pasan.
Pues bien, resuelto lo
del significado, retomamos la posibilidad que dejamos en el aire según la cual
el astrónomo, matemático y físico alemán Johannes
Kepler (1571-1630), habría sacado los nombres de los satélites nada menos
que de la lectura de la novela corta ‘La
Gitanilla’. Sí, no se trata de error de tecla por mi parte, es la misma que
abre la colección de relatos breves de las Novelas
Ejemplares, del genial Miguel de
Cervantes Saavedra (1547-1616).
Unas lunas jupiterinas de las que ya escribimos que fueron descubiertas
por el pisano Galileo a primera hora
de la noche del 7 de enero de 1610 y que en esa fecha, Ganímedes se encontraba al oeste de Júpiter mientras que Calisto,
Ío y Europa estaban al este, dándose la circunstancia que estos dos
últimos estaban tan próximos entre sí, respecto a la visual desde la Tierra, que el astrónomo no pudo
distinguirlos independientemente y pensó que en total solo había tres (3).
Pero una vez aclarado que son cuatro y que el alemán los denominó como
ya sabemos, quedaba por dilucidar el origen de la idea de dichos nombres aparte
del evidente, de naturaleza mitológica.
‘La Gitanilla’
Y en esta línea de investigación, una de las hipótesis que se baraja es
su procedencia cervantina, de modo que fuera el escritor español quien le
inspirara el nombre de Ganímedes al
dárselo él como genérico para los cuatro satélites. Veamos. En ‘La Gitanilla’ existe un romance que
incluye las siguientes e intrigantes líneas:
“Junto a la casa del Sol / va Júpiter; que no hay cosa / difícil a la privanza /
fundada en prudentes obras. / Va la Luna en las mejillas / de
una y otra humana diosa; /
Venus casta, en la belleza / de las que este cielo forman. / Pequeñuelos Ganimedes /
cruzan, van, vuelven y tornan / por
el cinto tachonado / de esta esfera milagrosa”.
Unas intrigantes líneas a mi entender, debido a un par de motivos: uno
cualitativo, de interpretación del texto, y otro cuantitativo, de datación de
los hechos. Vayamos con el primero, fijándonos en concreto en los últimos
cuatro versos y empezando por el antepenúltimo “cruzan, van, vuelven y tornan”, que puesto en contexto resulta de lo más explícito.
Sin duda corresponden a una descripción bastante concisa del hecho de orbitar [los ‘pequeñuelos Ganímedes”] alrededor de Júpiter. De los tiempos bachilleres y de la asignatura física recordamos que órbita es la trayectoria que describe
un cuerpo alrededor de otro cuando está sometido a una fuerza
de carácter central y de naturalezas
gravitatoria o electromagnética. (Continuará)
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