(Continuación) En la superficie de Ganímedes,
y sobre un fangoso manto, flota una
corteza de hielo de unos ciento
cincuenta kilómetros (150 km) de grosor, bajo el que se extiende un oceáno con
una profundidad de alrededor de cien kilómetros (100 km), es decir una diez (10)
veces más profundo que los de la Tierra.
Gracias a su núcleo
de hierro (Fe) este satélite tiene su propio campo magnético, y en su superficie se aprecian pequeños y muy poco
profundos cráteres, junto a una atmósfera
con oxígeno O2 (g). Una
capa tan tenue y delgada que resulta incapaz de sostener sistemas de vida tal
como los conocemos en nuestro planeta.
Por cierto que Ganímedes es la única luna de Júpiter con nombre masculino, la única. Y lo dejo aquí por
paradójico, para pasar a una curiosidad científica relacionada con los tres
primeros satélites galileanos citados y que es conocida como la resonancia de Laplace.
Resonancia de Laplace
Naturalmente me refiero al astrónomo, físico y matemático francés Pierre-Simon Laplace (1749-1827) continuador
de la mecánica newtoniana, autor de Exposition du système du monde (1796)
donde revela su hipótesis nebular
sobre la formación del sistema solar y supuesto protagonista de la mítica frase:
“Sire, no he tenido necesidad de
semejante hipótesis”.
Y que utiliza como respuesta al comentario que le hace Napoleón, mientras hojeaba la obra en
cinco volúmenes que le acababa de presentar, Traité de mécanique céleste, escrito entre 1798 y 1825. El diálogo
pudo ser más o menos así.
“Monsieur Laplace, me cuentan
que ha escrito este gran libro sobre el sistema del universo, sin haber
mencionado ni una sola vez a su Creador”. Fue cuando el científico
se dejó caer con el “Sire, no he tenido....
Bueno pues parece ser que, más o menos por esas fechas, Laplace se
percató de una curiosidad orbital de los tres satélites mediceos. Mirando sus periodos de revolución resulta que mientras
el de mayor órbita, Ganímedes, el
más exterior da una (1) vuelta, el siguiente, Europa, da dos (2) y el más interior, Ío, da cuatro (4).
Una relación que se puede expresar como fracción de números enteros
sencillos 1:2:4 y que está
relacionada con el término resonancia
y los movimientos periódicos.
Calisto o Júpiter IV
De los galileanos, Calisto, es
el satélite más alejado de Júpiter y el cuerpo celeste con más cráteres de impacto de todo nuestro Sistema Solar. Una peculiaridad que unida al hecho de no presentar
ninguna actividad geológica en su superficie cubierta de hielo, nos lleva a
pensar que “murió” hace mucho tiempo. Se le estima una edad de unos cuatro mil
millones (4 000 000 000) de años, algo más joven que la Tierra.
Por tamaño Calisto es la
tercera luna más grande de nuestro sistema solar y dado su alejamiento de Júpiter y la consiguiente menor
carga de radiación procedente del planeta gigante, se le considera como más
adecuado para una posible exploración humana que Europa. De su atmósfera sabemos que está compuesta principalemente por dióxido de carbono, CO2 (g). (Continuará)
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