(Continuación) Pero toda luz viene acompañada siempre de sombras o de penumbras,
y en la luminaria de nuestro método de
datación por C-14, por supuesto que no faltan de las últimas.
Una falta de claridad que hace disminuir su fiabilidad como cronómetro del planeta que además nos llega, al
menos que sepamos, por una doble vía fruto de sendas actividades humanas: las pruebas con armas nucleares y la quema de combustibles fósiles. Ambas
afectan a los niveles globales de carbono-14 o radiocarbono, lo hacen en sentidos opuestos, y a sus consecuencias se les ha puesto hasta nombre, me refiero a
las expresiones: ‘efecto bomba’ y ‘efecto Suess’.
Efecto bomba
Lo podemos considerar como un efecto colateral de la “guerra fría” de
mediados del pasado siglo XX, a causa de las numerosas pruebas nucleares que se llevaron a cabo por parte de los gobiernos
soviético, británico y estadounidense.
Unas explosiones que tuvieron lugar en diferentes lugares del planeta
entre 1945 y 1963 y liberaron cantidades significativas del isótopo carbono-14 al ambiente (es el elemento químico en el que está
basado esta técnica de datación), alterando (en este caso para aumentar) su concentración natural en
la atmósfera y falseando por tanto las
conclusiones extraidas de los datos medidos.
De ahí la expresión ‘efecto bomba’
para este fenómeno, ya que básicamente la explosión de una bomba nuclear supone una inyección artificial de carbono-14 a la
atmósfera que por este motivo es conocido también como carbono bomba o radiocarbono
artificial.
Según la literatura existente, en base a las mediciones efectuadas
alrededor de 1965, las pruebas de armas nucleares realizadas en las décadas de
los años 40, 50 y 60 casi han duplicado
el contenido del radiocarbono atmosférico. Una duplicación de su concentración
natural que obligó a definir un nuevo estándar de referencia cuantitativa para su
datación.
Se necesitaba un material orgánico que no estuviera contaminado con radiocarbono
artificial procedente de las pruebas nucleares (o de la quema de combustibles
fósiles, como más adelante trataremos) y el U.S.
National Bureau of Standards adoptó como estándar una muestra de ácido oxálico o etanodioico de fórmula molecular C2H2O4, que tenía almacenado.
Una muestra cuyo contenido de radiocarbono, en teoría, era el mismo que
el de una madera cultivada en AD
1950, que es el que está considerado como punto cero en la escala de tiempo de
radiocarbono, utilizada en la cita de resultados de datación por carbono. Y es que desde ese año ha
habido fluctuaciones significativas en las cantidades de esta sustancia por las
pruebas nucleares realizadas desde ese momento.
Falseando las conclusiones les decía, porque la precisión de este método
se basa en una relativa constancia de la presencia de este radioisótopo en la
atmósfera (14C / 12C), cosa que sabemos no ocurrió en esa época de mediados del siglo
pasado, en la que aumentó debido a
las pruebas nucleares realizadas y su producción de carbono bomba.
Un aumento que, de no haberse cambiado el estándar de referencia, induciría
a pensar que la muestra datada con este método es de menos antigüedad de la que en realidad tiene, es decir un erróneo rejuvenecimiento del material orgánico.
Soy consciente que hay muchos detalles científicos y técnicos que he pasado
por alto desde el punto de vista de la física
nuclear por lo que les presento mis disculpas, pero sirva de justificación
el hecho de que mi único objetivo con estas líneas ha sido sólo el de dar
una visión general del asunto.
De la contaminación atmosférica
Pero la producción de carbono-14 de manera artificial en la atmósfera,
provocada por pruebas con armas nucleares, no es el único fenómeno consecuencia
de las actividades humanas que altera los niveles globales de radiocarbono.
También
está la quema de combustibles fósiles
y la consiguiente expulsión de grandes cantidades de dióxido de carbono CO2 (g), que modifica a su manera la constancia
relativa del radioisótopo, adulterando la datación que realicemos con el método
basado en dicha constancia.
Nos referimos al que se conoce como ‘efecto
Suess’. (Continuará)
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