(Continuación) Fue en el transcurso del segundo de los viajes (1772-1775) del
teniente James Cook, cuando tienen
lugar los “enrocados” vínculos con Sandwich,
Hawai, Pascua que les adelantaba hace unos días, y con uno que no les cité
pero que ahora hago siendo además con el que empiezo, el cronómetro K1.
Cronómetro K1
Uno de los logros de este segundo viaje
fue la confirmación del cronometro K1,
como instrumento a bordo de los barcos a efectos de medir con una gran precisión
la longitud geográfica.
Una magnitud que en cartografía expresa la distancia
angular entre un punto dado de la superficie terrestre y el meridiano que se toma como base (0°), medida
a lo largo del paralelo en el que se
encuentra dicho punto y que en la actualidad es el meridiano de Greenwich, aunque no siempre fue así.
Y cuyo cálculo desde una nave no
resulta tan sencillo como el de la latitud
para el que basta, si estamos en el hemisferio norte, con medir el ángulo que
forma la estrella polar con el
horizonte, y si estamos en el hemisferio sur, con hacer lo propio con respecto
al polo sur celeste que se puede determinar a partir de la Cruz del Sur.
En definitiva una medición fácil, que
se puede realizar además bien con un cuadrante,
con un astrolabio o con un sextante.
Pero como les decía, el cálculo exacto de
la longitud en alta mar, cuando se han recorrido largas distancias, presentaba
en aquellos entonces serios problemas técnicos. Y aquí es donde, de un lado,
desmostró su valía el cronómetro K1 y, del otro, su intuición investigadora el teniente Cook ya que fue el primer
marino en llevarlo a bordo de un barco.
K1 de H4
No es un galimatías, resulta que el
nombre de K1 proviene de ser el primero que produjo el relojero británico Larcum Kendall (1719-1790), en realidad
una copia exacta del H4 del también
relojero inglés John Harrison
(1693-1776).
Harrison fue el primero en diseñar y poner
en funcionamiento cronómetros marinos de alta precisión, capaces de determinar
la longitud con exactitud cuando se lleva mucha distancia navegada. Llegó a manufacturar
un total de cinco versiones, con una exactitud que alcanzaba un tercio de
segundo al día, o lo que es lo mismo 0,33 de cada 86 400.
Sin embargo fue la imitación K1 de Kendall
la que Cook llevó a bordo del HMS Resolución en el segundo de sus
viajes, a pesar de sus iniciales reservas y escepticismo, pero para el que no
escatimó elogios como se puede leer en sus registros: “nuestro fiel amigo el reloj” y “nuestra
guía que nunca falla”.
Lo llamo reloj pero en realidad era
algo mayor ya que tenía un diámetro de trece centímetros (13 cm) y una masa de uno
coma cuatrocientos cincuenta kilogramos (1,45 kg), pero lo que importa es que fue
el primer cronómetro práctico de la historia de la navegación.
Y hasta aquí este breve apunte de
naturaleza metrológica, porque hemos de comentar ahora uno de naturaleza
geográfica que tuvo lugar durante el regreso de este segundo viaje en el que,
aparte de disipar toda posibilidad de existencia de la mítica Terra Australis, Cook estuvo entre otros
lugares, en la isla de Pascua.
Y en su visita, por la documentación
existente, se constata que ya por entonces (1774) era una roca estéril en medio
del océano y, casi, con más estatuas que habitantes que apenas sobrevivían
alimentándose de ratas. Lo que se dice un lugar desolado y duro.
¿Qué sucedió en ese perdido rincón del
mundo en mitad del Pacífico? ¿De qué modo lograron levantar sus moáis? ¿Qué
otros misterios guarda la isla? Y lo que realmente importa, lo que les sucedió
a sus habitantes ¿nos puede pasar a nosotros? (Continuará)
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